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sábado, 17 de septiembre de 2011

NOTA ESPECIAL... 19 SEPT. 1985

19 SEPTIEMBRE 1985

¿Recuerda Usted dónde se encontraba hace 26 años? Aquí unos apuntes para recordar:
Fecha 19 de septiembre de 1985
13:17:48 UTC-6
Tipo Trepidatorio y oscilatorio
Magnitud 8,1 MW
7,8 MS ML
Profundidad 15.0 km
Coordenadas del epicentro 17°06′N 102°05′O / 17.1, -102.083Coordenadas: 17°06′N 102°05′O / 17.1, -102.083
Consecuencias
Zonas afectadas Centro, sur y occidente de México
Víctimas 10.000—20.000
El terremoto del jueves 19 de septiembre de 1985, conocido como el Terremoto de México de 1985, afectó en la zona centro, sur y occidente de México y ha sido el más significativo y mortífero de la historia escrita de dicho país. El Distrito Federal, la capital del país, fue la que resultó más afectada. Cabe remarcar que la réplica del viernes 20 de septiembre de 1985 también tuvo gran repercusión para la Ciudad de México.
Este fenómeno sismológico se suscitó a las 7:19 a.m. Tiempo del Centro (13:19 UTC) con una magnitud de 8,1 MW, cuya duración aproximada fue de poco más de dos minutos, superando en intensidad y en daños al terremoto registrado el 28 de julio de 1957 también en la Ciudad de México.
Geología, Origen y epicentro: El epicentro fue localizado en el Océano Pacífico, frente a las costas del estado de Michoacán, muy cerca del puerto de Lázaro Cárdenas. Un informe del Instituto de Geofísica en colaboración con el Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México publicado el 25 de septiembre de 1985, detalla más aún que el epicentro fue localizado frente a la desembocadura del Río Balsas localizada entre los límites del estado de Michoacán y Guerrero a las 7:17:48 a.m. Tiempo del Centro alcanzando la Ciudad de México a las 07:19 a.m. con una magnitud de 8,1 MW.[1] Fue de un sismo de tipo trepidatorio y oscilatorio a la vez y registró una profundidad de 15.0 km. La ruptura o falla que produjo el sismo se localizó en la llamada Brecha de Michoacán, conocida así por su notable, hasta ese momento, carencia de actividad sísmica. Se ha determinado que el sismo fue causado por el fenómeno de subducción de la Placa de Cocos por debajo de la Placa Norteamericana.
Una de las diversas apreciaciones en cuanto a la energía que se liberó en dicho movimiento fue su equivalente a 1114 bombas atómicas de 20 kilotones cada una.
Réplicas Se presentaron varias réplicas del fenómeno, siendo la más significativa la del día siguiente (20 de septiembre de 1985) reportada por el Servicio Sismológico Nacional a las 07:37:13 p.m. (01:37:13 UTC) con una magnitud de 7,3 grados en la escala de Richter. Por su parte, el Servicio Geológico de Estados Unidos registró una intensidad de 7,5 grados en la escala de Richter y con una profundidad de 17.6 km. La réplica causó daños materiales en las construcciones dañadas previamente por efecto del primer sismo, además de provocar el mayor daño estructural al sacudir construcciones endebles.
Efectos y consecuencias: Ciudad de México, Distrito Federal
Una de las torres del Conjunto Pino Suárez colapsada en la Ciudad de México.
Ruinas de un edificio en la Ciudad de México en 1985.
Brigadas de rescate trabajando sobre un edificio colapsado en la esquina de las avenidas Insurgentes y Álvaro Obregón en el centro de la ciudad.
Obras de reconstrucción del edificio de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Nunca se ha sabido el número exacto de víctimas debido a la censura impuesta por el gobierno de Miguel de la Madrid. La ayuda internacional fue rechazada en un principio por el primer mandatario, e incluso se sabe que un avión con ayuda humanitaria de Caritas Internacional sobrevolaba el espacio aéreo del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México ya que no se le daba permiso para aterrizar.[cita requerida] Por orden de la primera dama, el avión y la ayuda internacional lograron entrar a la ciudad para apoyar a los cuerpos de rescate mexicanos que, dada la magnitud del desastre, en ese momento no daban abasto. Después de este incidente fue que el Gobierno Federal decidió aceptar la ayuda internacional al ver sobrepasada sus capacidades de reacción ante tal catástrofe. Años después se hicieron las siguientes apreciaciones al respecto:
Muertes: el gobierno reportó el fallecimiento de entre 6,000 y 7,000 personas. Sin embargo, años después con la apertura de información de varias fuentes gubernamentales, el registro aproximado se calculó en 10,000 muertos.[4] El estadio de béisbol del Seguro Social se usó para acomodar y reconocer cadáveres. Se utilizaba hielo para retrasar la descomposición de los cuerpos.
Las personas rescatadas con vida de los escombros fueron aproximadamente más de 4,000. Hubo gente que fue rescatada viva entre los derrumbes hasta diez días después de ocurrido el primer sismo.
El número de estructuras destruidas en su totalidad fue de aproximadamente 30,000 y aquellas con daños parciales 68,000.
La Torre Latinoamericana fue un caso excepcional de ingeniería pues este terremoto no le causó daño alguno.
Entre los edificios más emblemáticos derrumbados o parcialmente destruidos durante el terremoto fueron:
En el Hospital General de México las unidades de ginecología y la residencia de médicos son completamente destruidos falleciendo más de 295 personas entre pacientes, residentes y personal médico
El edificio Nuevo León del Conjunto Urbano Nonoalco Tlatelolco
Los edificios A1, B2 y C3 del Multifamiliar Juárez
Televicentro (actualmente Televisa Chapultepec)
Los Televiteatros (actualmente Centro Cultural Telméx)
Una de las Torres del Conjunto Pino Suárez de más de veinte pisos que albergaba oficinas del Gobierno (actualmente Plaza comercial Pino Suárez)
Los lujosos Hoteles Regis (hoy Plaza de la Solidaridad), D´Carlo y del Prado ubicados en la zona de la Alameda Central
Varias fábricas de costura en San Antonio Abad (en la cual murieron muchas costureras)
Así mismo se cuentan hospitales como el Hospital Juárez, Hospital General y Centro Médico Nacional donde se llegó a rescatar a poco más de 2.000 personas a pesar de que en el derrumbe quedaron atrapados tanto el personal como los pacientes que se encontraban en ellos.
Es notable el hecho de que en los hospitales derrumbados, una parte de los recién nacidos —algunos de ellos en incubadora— se lograron rescatar. En especial tres recién nacidos (dos niñas y un niño) que fueron rescatados de entre los escombros del Hospital Juárez siete días después del terremoto. A esos bebés se les llegó a conocer como "Los Niños/Bebés del Milagro", o "El Milagro del Hospital Juárez"; la razón de este sobrenombre fue que en los siete días que estuvieron bajo los escombros, los bebés estuvieron completamente solos, no hubo nadie que les diera de comer o beber, nadie que los cubriera y les diera calor, y a pesar de tener todo en contra, los tres salieron vivos. Se recuerda que al momento de rescatar al primer bebe (una niña), todos los rescatistas y trabajadores pararon e incluso apagaron toda la maquinaria a la espera del llanto del bebé, que vino unos instantes después, corroborando que se encontraba con vida.
Como consecuencia, doce de los edificios multifamiliares del Conjunto Urbano Nonoalco Tlatelolco y nueve del Multifamiliar Juárez tuvieron que ser demolidos; en los seis meses siguientes fueron demolidos más de 152 edificios en toda la ciudad. Se recogieron 2,388,144 m3 de escombros; tan sólo para despejar 103 vías consideradas prioritarias se retiraron 1,500,000 t de escombros (110,600 viajes de camiones de volteo).
Más de un millón usuarios del servicio eléctrico quedaron sin servicio, y a los tres días del suceso sólo se había restablecido el 38% de éste. Entre los daños a este servicio se cuentan 1,300 transformadores, 5 líneas de transmisión, 8 subestaciones y 600 postes de luz.
El Sistema de Transporte Colectivo Metro quedó afectado en 32 estaciones. La mayoría reanudó el servicio en los días subsecuentes de ese mes, sin embargo la estación Isabel la Católica no lo hizo sino hasta el 4 de noviembre de de ese año.
El servicio de autobuses de la antigua "Ruta 100" operó gratuitamente en el tiempo de recuperación de la ciudad.
El servicio de telefonía pública de la entonces empresa estatal Telmex fue gratuito hasta su privatización en los años 90.
Las alertas de sanidad se dispararon, siendo una de las más trascendentes la presencia de sangre (proveniente de las víctimas del sismo) en muestras del agua potable en toda la red de la ciudad.
Hubo escasez de agua como consecuencia de varias averías en el Acueducto Sur Oriente con 28 fracturas, la red primaria con 167 fugas y la red secundaria con 7,229 fugas.[8] Drenaje afectado: Río La Piedad, 6,500 metros afectados; en menor grado, el Río Churubusco. Filtraciones de la lumbrera 9 a la 14 del Emisor Central y en 300 metros del Interceptor Centro-Poniente.
Más de 516,000 m² de la carpeta asfáltica de las calles resultaron afectados por fracturas, grietas y hundimientos (equivalentes a más de 80 kilómetros de una carretera de un carril). Los rieles del antiguo tranvía en la Colonia Roma, se salieron del asfalto. También quedaron destruidos y afectados más de 85,000 m2 de banquetas (aproximadamente el área del tamaño 12 canchas del tamaño del Estadio Azteca), más sus respectivas guarniciones (37,744 m).
Era imposible la comunicación exterior vía teléfono pues fue seriamente dañada su estructura. No fue sino hasta marzo de 1986 que se restableció en su totalidad el servicio de larga distancia nacional e internacional. Debido a esto, el número de telegramas y télex sumó 685,466, mientras que los comunicados por radio y televisión fueron más de 39,000.
El número de empleos perdidos por los sismos se estima entre 150,000 y 200,000.
Se crea la agrupación civil "Brigada de Rescate Topos Tlatelolco", grupo de rescate que ha auxiliado a la población incluso a nivel internacional llegando en la actualidad a participar en las labores de rescate del Terremoto del Océano Índico de 2004, fenómeno que generó una ola gigante conocida como tsunami y el Terremoto de Haití de 2010.
Michoacán En la ciudad de Lázaro Cárdenas, por ser el punto más cercano al epicentro del sismo, se registraron daños de medianos a graves en un 60 % de las viviendas. El Hospital General de la ciudad, así como hoteles y edificios públicos también resultaron con graves daños. Por los efectos en la zona, el sismo fue clasificado con los grados VIII-IX (destructivo-ruinoso) en la escala de Mercalli. En Playa Azul, hubo numerosas muertes, se registró el derrumbe parcial del antiguo hotel Playa Azul. Se reportó la formación de un maremoto que inundó la planta baja de algunos hoteles situados sobre la playa. Por los daños registrados, el sismo fue clasificado con el grado IX (ruinoso).
Otras localidades de ubicadas en la sierra de Michoacán desde Coalcomán hasta Coahuayana, registraron daños menores sin derrumbes. Los grados con los que fueron catalogadas éstas zonas fueron menores que VIII en la escala de Mercalli.
Guerrero En Ixtapa-Zihuatanejo, el sismo fue catalogado con grado VII (muy fuerte) en la escala de Mercalli. Se registró la muerte de una persona y se formó un maremoto con olas que alcanzaron los cuatro metros en las playas de dicho puerto. Algunas viviendas y hoteles sufrieron daños menores. En Acapulco, el sismo fue clasificado con el grado IV (moderado) en la escala de Mercalli. El movimiento telúrico no dejó daños ni víctimas en dicha ciudad.
Jalisco En Ciudad Guzmán, la cifra de víctimas fue cercana a los 50 muertos y se registró la destrucción de una gran cantidad de viviendas y edificios públicos. Por los daños y víctimas registradas, el sismo en ésta ciudad fue clasificado con grado VIII (destructivo) en la escala de Mercalli.
Colima En Manzanillo, el sismo fue catalogado con grado VI (moderado) en la escala de Mercalli, pero no dejó daños ni víctimas.
Orígenes del desastre: Todos los edificios colapsados presentaban estructuras inadecuadas para terrenos arcillosos, principalmente a causa de la corrupción y la mala planeación, pues la mayoría de los edificios colapsados eran de reciente construcción. Estructuras muy antiguas y adecuadas al tipo del terreno arcilloso, tales como la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el Palacio Nacional y el edificio de Nacional Monte de Piedad (que datan de la época colonial), soportaron el sismo por tener gruesas paredes de piedra y ladrillo. A pesar de que los peritajes mostraron que la mayoría de los edificios caídos tenían especificaciones inferiores a las exigidas en los contratos, nadie fue declarado culpable. Particularmente grave fue el caso de la constructora estatal encargada de la construcción de escuelas, cuyos directivos quedaron impunes, pese al número elevado de escuelas primarias destruidas y escolares que resultaron muertos. Los lugares más afectados fueron escuelas y hospitales principalmente, también edificios y hoteles que recientemente se habían terminado de construir.
Respuesta inmediata y organización civil.
Ruinas del Hospital General en la Ciudad de México. De inmediato la población civil se organizó improvisando estaciones de auxilio. La gente que podía donaba artículos y contribuía como le fue posible al esfuerzo de recuperación; esto incluyó mover piedras a mano, regalar linternas, cascos de protección, etcétera. Automóviles civiles se tornaron en vehículos de auxilio. Líneas de personas movían medicamentos para ser inspeccionados y posteriormente ser suministrados. Las primeras acciones organizadas fueron realizadas por los grupos scouts de las localidades afectadas, mismas que fueron sostenidas durante varios meses con la atención de damnificados. Cruces dibujadas con un color rojo sobre papel eran suficientes para identificar personal o locales de auxilio. Fue notoria la ausencia de una respuesta inmediata y coordinada de parte del gobierno de Miguel de la Madrid. El propio presidente demoró tres días en dirigirse a la nación y tomó otro tanto en comprender la magnitud de la desgracia. Debido a la falta y la tardanza de acciones por parte del gobierno federal, la población civil tomó en sus manos las labores de rescate. Eso implicó la auto-organización de brigadas, reforzadas especialmente por estudiantes de las carreras de medicina, ingeniería y ciencias. La UNAM, a pesar de no haberse visto afectada directamente, cerró sus puertas una semana suspendiendo clases para que los universitarios que así lo desearan pudieran integrase a las brigadas de rescate y ayuda. También fue notable el hecho de que la policía y el ejército tardaron en hacer presencia y su labor inicial se limitó a "resguardar" los edificios destruidos.
Diversos países enviaron ayuda humanitaria a México, entre la que se encontraban: víveres, ropa, equipos de auxilio, material de primeros auxilios, casas de campaña con capacidad para instalar 50 personas, equipos de supervivencia, potabilizadores de agua y diversos materiales más. Versiones extraoficiales indican que la mayor parte de dicha ayuda fue acaparada por miembros del gobierno de Miguel de la Madrid y no fue entregada a los socorristas de la Cruz Roja Mexicana o a la población que estaba debidamente organizada. Grupos de artistas llevaron a cabo funciones benéficas y reunieron víveres y medicinas para ayudar "a nuestros compatriotas en desgracia". Los reporteros del periódico El Universal, en sus recorridos por los albergues de las zonas afectadas por los sismos, vieron a actrices y cantantes como Yuri, Lilia Prado, Talina Fernández, Jeanette Arceo, María Medina, Ofelia Cano, Gloria Mayo, Rosenda Bernal, Pilar Pellicer, Columba Domínguez, Vicente Fernández y Gloria Mestre ayudando a sus semejantes.
Reacciones culturales al terremoto
Plaza de la Solidaridad en honor a las víctimas del terremoto. En éste sitio se encontraba el edificio del Hotel REGIS. El terremoto también causó una reacción cultural, como el poema “Las Ruinas de México (Elegía del Retorno)” por el poeta José Emilio Pacheco y la crónica Nada, Nadie por la periodista Elena Poniatowska.
En “Las Ruinas de México (Elegía del Retorno),” Pacheco explora el significado de la vida, la grandeza de la naturaleza contra la civilización, y la corrupción de la política como resultó de su experiencia del terremoto.
"Nada, Nadie" es una colección de los testimonios de muchas personas que presenciaron el terremoto y sus secuelas. Poniatowska recopiló los testimonios de los periódicos, de los discursos oficiales del gobierno, y más interesante aún, de las vivencias de la gente. En esta obra, Poniatowska crea un espacio donde la gente misma puede hablar y recordar acerca del esfuerzo de los civiles para rescatar las personas sepultadas vivas y muertas, sobre la familia que perdió, sobre la experiencia de ser sepultado y sobre el drama y la conmoción que sacudieron a la ciudad de México.
La brecha de Guerrero y el Sistema de Alerta Sísmica A lo largo del Pacífico mexicano se tiene una zona de subducción tectónica entre cuyas características se incluye una gran actividad sísmica. El sismo del 85 se produjo en una zona conocida como la Brecha de Michoacán. Se les llama brechas o gaps a las zonas donde se observa actividad sísmica anómalamente menor a la de las zonas que la rodean, es decir son zonas de silencio sísmico. Desde 1981 investigadores del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la UNAM (IGEOF) habían identificado varias brechas sísmicas maduras en México, entre ellas la de Michoacán, alertando sobre la posibilidad de que éstas produjeran sismos de magnitudes considerables.
Otra brecha sísmica importante es la del estado de Guerrero, localizada entre Acapulco e Ixtapa. Por sus características, se estima que en esta brecha se puede producir un sismo de igual magnitud que el de 1985. Es por esto que se instaló el Sistema de Alerta Sísmica de la Ciudad de México SAS que opera desde 1991 y es mantenido por el Centro de Instrumentación y Registro Sísmico CIRES. El SAS consiste de 12 estaciones sísmicas ubicadas en la costa de Guerrero que al detectar un sismo de magnitud mayor a 5 envían una alerta a la estación central para que emita la alarma. Debido a que la propagación de la fase más rápida de ondas sísmicas es de unos 8km/s y que las estaciones están en promedio a unos 320km de la Ciudad e México, el SAS puede emitir una alerta que puede dar hasta 60 segundos de aviso previo a las manifestaciones del sismo en la ciudad.
Personajes famosos muertos durante el sismo:
Rodrigo "Rockdrigo" González, músico de rock urbano.
Frederik Vanmelle, actor y director de teatro.
Gustavo Armando "El Conde" Calderón, locutor y conductor del programa de radio: "Batas, pijamas y pantuflas".
Sergio Rod, locutor y conductor del programa de radio: "Batas, pijamas y pantuflas".
Félix Sordo, locutor de la XEW y conductor de Televisa.
Ernesto Villanueva, productor de Televisa.

viernes, 16 de septiembre de 2011

NOVELA EN LÍNEA PARTE 10

EL REENCUENTRO PARTE 10
…Eduardo se puso muy contento al saber que nos íbamos y se comprometió a buscarnos una vivienda, con la ayuda de don Esteban. Poco después me mandó decir que habían encontrado una, en la calle da atrás de Santa Rosa Viterbo, cosa que me alegró, porque era una Iglesia que me gustaba mucho.
En medio de los preparativos para la mudanza, fuimos a despedirnos de Lolita, y cuando estuvimos frente a la fachada de la casa, viendo el hermoso balaustre de sus ventanas, Lupita me dijo que cuando se casara, le iba a decir a su esposo que tenía que darle una casa igual.
Yo me sentí culpable por no haber sabido darles a mis hijos la menor comodidad, sentimiento que me duró toda la vida.
Con esa angustia, la despedida de mi hermana y sus hijos me resultó muy, muy dolorosa.
Pese a los consejos de Lolita de que dejara el luto, que ese hombre no merecía ningún dolor, ni siquiera una lágrima, aunque yo pensaba igual, porque hacía mucho que había dejado de quererlo y ni siquiera me dolió su muerte,  ya tenía decidido vestir luto de viuda para siempre.
Al salir de la casa, no pude contener el llanto, pensando en que nuevamente me estaba alejando de mi familia, de quienes realmente se consideraban MI FAMILIA.
El domingo siguiente fuimos a despedirnos de Amalita y Aurorita.
Al llegar, Lupita le preguntó a sus tías si iría Lucha y se puso feliz al saber que sí vería a su prima y en cuanto llegó, las dos hicieron su mundo aparte.
Me enteré entonces de que Sarita, la hija menor de Amalia, se había casado con un muchacho seis años menor que ella; tenían dos hijos jovencitos, pero ante el rechazo de su familia, se había retirado totalmente. Lo que sí sabían era que estaban muy pobres.
Tenía curiosidad y le pregunté a mi hermana que si seguía con la devoción del Rosario a San Antonio, pero ella, furibunda, me contestó que se había retirado totalmente de la religión desde el fracaso de su matrimonio, porque le parecía absurdo que Dios la hubiera castigado tan duramente, antes de que ella cometiera cualquier pecado; me dijo además, que no se explicaba mi actitud de “viuda”, cuando debía estar feliz de haberme deshecho de un zángano miserable.
Sus palabras me dolieron.
Cambié la conversación y, en cuanto fue posible, nos despedimos, dándoles la dirección en Querétaro.
¡Cuánto había endurecido a mi hermana la injusticia de su marido! ¡Cómo había cambiado aquella muchachita alegre y cariñosa que cantaba todo el día y casi adivinaba lo que los demás necesitaban, cumpliendo de inmediato lo que se le pedía!
Esa rebeldía suya, yo la había presentido en algún momento.
No pude llorar hasta que estuve en mi cama y había comprobado que mis hijos dormían.
De regreso a casa, durante todo el camino, Lupita no dejó de hablar de Lucha: habían intercambiado sus direcciones y prometido que se iban a escribir cada semana para contarse todo, todo lo que hicieran. Estuvo parlanchina como nunca y a mí me dio gusto su alegría. Me prometí que haría todo lo posible para fomentar esa amistad, sin importarme lo que pudiera pensar Tilo.
Pasados unos días, supe que no volvería a vender en la puerta de las iglesias ni en el mercado, porque en la tienda de doña Chelo, nuestras prendas se empezaron a vender a mejores precios y las señoras sabían apreciar nuestro trabajo; pronto metimos también los bordados de Lupita. Con eso y el peso que cada decena recibía de Eduardo, nuestra situación había mejorado y cuando empezaron las clases, inscribí a mis dos pequeños.
Gerardo tenía siete años cumplidos y la directora de la escuela lo inscribió en 2º año, porque su hermana mayor le había enseñado las letras; Conchita, con sus cinco añitos y meses, iría al Jardín de Niños.
Le dije a Lupita que ella también fuera a la escuela, pero dijo que le daba vergüenza ir, tan grande, a 3er año, aunque sólo iba a cumplir once años. Argumentó, además, que tenía que arreglar la casa, lavar la ropa y hacer la comida, aparte de seguir bordando carpetas, fundas, o lo que le pidieran.
Era verdad, ahora ella era el ama de casa, porque yo había empezado a ayudar a doña Chelo en el negocio.
Las ventas habían aumentado al meter los bordados de mi hija; yo, aparte de mis tejidos de crochet, hacía a mano sabanitas para cuna y camisitas para bebé, adornadas con encajitos, entredós y rositas de rococó, que gustaban mucho.
Chelo me había pedido que fuera a ayudarla, porque era sola y, aunque era de mediana edad, se cansaba fácilmente porque tenía un soplo en el corazón.
Su vida tampoco había sido fácil: de familia acomodada de Querétaro, se había casado a los 16 años y había tenido tres hijos, dos hombres y una niña que se le había muerto a los cuatro años, sin que supieran de qué, porque lo único que decía era que le dolía el estómago y que al tocarla, se le sentía muy duro, pero el doctor no supo decirles qué tenía y sufrió mucho en una larga agonía. Los dos varones, cuando crecieron, se casaron, hicieron su vida y se fueron, uno a California y el otro a Cuba para pelear contra los Estados Unidos. De ninguno de los dos volvió a saber nada. En cuanto a su marido, había sido un buen hombre que por herencia y su trabajo, hizo suficiente dinero que le permitió comprarle una buena casa; pero como carecía de carácter, cuando se fueron los hijos, por la pena, dejó de trabajar y se fue muriendo poco a poco, hasta que lo enterró, hacía cinco años. Después vendió la casa que estaba en el Centro, a una calle de la Casa de la Corregidora, y con eso compró la casita que ocupaba ahora y en la que había puesto el negocio que, aunque poco, le daba para sobrevivir. A pesar de todo, había conservado algunas amistades de la época de sus padres y de vez en cuando se veían.
Estaba más sola que yo.
El día que nos invitó a comer, quedé maravillada porque me hizo recordar las comidas de Mamá Merche: vajilla azul de porcelana, copas de cristal cortado, cubertería de plata, para servirnos una entrada de frutas, comida de tres tiempos, postre, té, y un digestivo ligero.
No cabía duda de que era una gran dama.
No permitió que le ayudáramos en nada, arguyendo que éramos sus invitados.
Su acogida fue magnífica para toda la familia y, poco a poco, fuimos intimando, hasta sentirla dentro de nuestro núcleo familiar.

A Lupita parecían no importarle las obligaciones que yo, inconsciente, había echado sobre sus hombros, pues ahora también ayudaba a sus hermanos con las tareas de la escuela, y cuando regresábamos del Rosario, me leía las noticias del “Imparcial”, cuando yo lo compraba. Estaba contenta, sobre todo cuando recibía carta de Lucha, a la que respondía en seguida.
En una de sus cartas, su prima le mandó una nueva dirección, porque iba a estar un tiempo en la casa de su tía Concha, hermana de su padre, que se había roto la cadera, y como tenía una pequeña casa de huéspedes, le había pedido a Tilo que le prestara unos días a Lucha, para que vigilara a las criadas.
Nuestra vida era tranquila; como a Eduardo lo estaban preparando para maquinista, sus ausencias eran más prolongadas porque lo llevaban a diferentes corridas, ya fuera a la Ciudad de México o a Durango, pero en cuanto él llegaba, Lupe se iba con Chelo, sin decirle a ella por qué. Así pasó algún tiempo.
Ahora mis hijos tenían trece, nueve y siete años. Lupita seguía siendo la niña dócil y trabajadora de siempre y Gerardo era un niño muy estudioso, al que le gustaba mucho la música y cantaba todo el tiempo. Conchita, en cambio, era voluntariosa y agresiva, principalmente con Gerardo, que la mimaba y consentía siempre.
Un día, pese a sus protestas, le dije a Conchita que tenía que hacer salsa en el molcajete, para que ayudara un poco a su hermana. Yo sabía que le costaría mucho trabajo, pero era necesario hacerla entender, pese a su edad, que debía ayudar en la casa; llegó Eduardo sorpresivamente y de inmediato se quitó la fajilla para golpear a Lupita, pero se le escabulló, y entonces se volteó a Conchita, pero ella le gritó:
-      Si me pegas, te pego en la cabeza con el tejolote (la mano de piedra que sirve para moler en el molcajete).
Lo dijo con tal fuerza, que sus tres hermanos se sorprendieron y eso dio tiempo para que Lupita fuera a avisarme que había llegado Eduardo. Fue suficiente para que mi hijo mayor no intentara jamás, golpear a su hermanita. Sin embargo, persistió en su manía de hacerlo con Lupe.
Al poco tiempo, Eduardo fue ascendido a maquinista, y pareció que su mal carácter se había suavizado; a veces hasta platicaba algo de lo que había visto en sus viajes. Los pequeños se sentaban cerca de él y le preguntaban alguna cosa, pero Lupita se mantenía apartada sin dirigirle la mirada ni la palabra, metida en su costura, pero sentada cerca de la puerta.
En eso llegó una sorprendente carta de Lucha:
La tía Concha había tenido que ser internada en el hospital, pero aunque la habían operado, no se recuperaba y los médicos temían lo peor, por lo que Lucha despidió a  las criadas y regresó a su casa. Los tres huéspedes que quedaban ya habían encontrado alojamiento, pero uno de ellos, un señor llamado Julio Perié, francés, viudo y rico, hacía tres días se había presentado en la casa de Tilo para pedirle la mano de Lucha, la cual se había quedado atontada por la  sorpresa, pues en la casa de la tía, no habían cruzado ni una palabra, por lo que era evidente que había sabido todo de ella a través de Concha.
Cuando Tilo le preguntó a su hija si aceptaba casarse con el señor, sin pensarlo siquiera, ella dijo que sí, aunque sólo iba a cumplir 17 años y el pretendiente tenía 70. Él había señalado como plazo tres meses, por lo que ya se estaban llevando a cabo las amonestaciones.
La boda sería en la elegante Iglesia de La Sagrada Familia y, como no tenían casa grande, el banquete se serviría en el restaurante del Club Hípico, al que pertenecía el novio.
Lucha le pedía a Lupe que no dejara de ir a su boda; ya el señor le había dicho que él correría con todos los gastos, no debíamos preocuparnos por lo necesario, como vestido, zapatos, bolso y pasaje.
Yo dije que, si iba, sería por nuestros propios medios, porque sospeché que Tilo había visto un buen negocio en esa boda, si no estaba tomando en cuenta la diferencia de edades y no le importaba sacrificar a su hija casándola con un viejo.
Habría de pasar mucho tiempo, para que yo cambiara de parecer.
Lo primero que tuvimos que comprarle a Lupe fueron un corset que empezaría a usar, pese a que era pequeña, pero tenía una buena estatura que, ya arreglada, la haría parecer más grande, y sus primeros botines de tacón, cosas, ambas, que usaría todos los días, hasta muy entrada en años.
Con Chelo, empezamos a buscar un modelo juvenil para mandarlo hacer con una modista, una vez que hubiéramos decidido el tipo de tela conveniente, pero los modelos que teníamos, eran impropios para una jovencita.
En esos días, sin avisar, llegó Eduardo con un joven al que nos presentó como Enrique, su primo, hijo de su tía Tilo. Era un joven alto, moreno, que se veía más grande que mi hijo, quizá porque usaba bigote y el cual, viéndolo bien, tenía un gran parecido con su padre. Se habían conocido casualmente en la estación de Durango, y Enrique le había dicho que era idéntico a su tío Gerardo Mondragón y así se identificaron.
Lo había comentado con Lucha, su hermana, y ahora ella le había pedido que nos llevara una seda azul y unas zapatillas con traba y tacón, del mismo color que la tela, igual que un pequeño bolso del que colgaba el carnet de baile, así como un figurín con muchos modelos de dónde elegir, todo comprado en “El Palacio de Hierro” por el propio señor Perié, porque él quería que su prometida estuviera contenta, de modo que no podíamos rechazarlo.
Estos argumentos me desarmaron, porque mi primera intención fue no aceptar las dádivas de ese señor al que ni siquiera conocíamos, pensando además en el disgusto que todo ello significaría para Tilo, pero, a regañadientes, acepté, al ver la angustia de Lupita, quien se había mostrado fascinada.
Atendimos a Enrique esmerándonos y él dijo haber estado encantado de conocernos, prometiendo volver a visitarnos.
Como mi correspondencia con Lolita había sido continua, le escribí pidiéndole que recibiera a Lupita en su casa y ella misma la llevara a la boda, para que su tía Tilo no fuera a hacerle algún desaire. Me contestó que irían a la estación por mi hija, en cuanto supieran cuándo llegaba y que me despreocupara, que la niña podía quedarse el tiempo que quisiera y que ella se haría cargo de todo, como si se tratara de una de sus hijas.
Ya tranquila, me dediqué a preparar el viaje de Lupita. Compramos una maleta de cartón en la que cupiera todo lo de la boda, así como dos o tres vestiditos para los otros días y, como la invitación señalaba el día 12 de mayo de 1909, ella se fue el día 7.
Para mí fue muy dolorosa esa primera separación de mi hija.
Después de la boda me escribió, haciéndome una reseña completa de la boda: que Lucha estaba preciosa vestida de novia, que el señor Perié, a pesar de que era ya grande, era guapísimo, con unos ojos muy grandes y pestañas enormes, que la Misa fue preciosa y el Fervorín del Padre hizo llorar a todos y luego, la fiesta a la que llegó un representante del Señor Presidente Don Porfirio Días, en la que sirvieron una comida riquísima y había orquesta y habían bailado mucho. Ella también. Que todo terminó tardísimo, no sabía a qué hora, pero mucho después de las once.
Que su tía Tilo se había mostrado muy cariñosa, diciéndole  que fuera a visitarlas cuantas veces quisiera.
Al día siguiente los novios partieron en ferrocarril al puerto de Veracruz, pues aunque el señor quería ir a Europa, no tenía tiempo, porque lo habían contratado como organizador de varios eventos culturales como ópera, teatro, veladas literarias, para las fiestas del Centenario.

Muchos años después, supe que fue en el puerto donde Lucha se percató de la diferencia de edades, pues una tarde que el Sr. se quedó a escribir en el cuarto del hotel, le dijo a su esposa que bajara al malecón y que él la alcanzaría en unos minutos. Casi en seguida, se le acercó un joven muy cortés y le dijo que la había visto al llegar a la estación y luego en el hotel; que sus intenciones eran serias y que si ella lo autorizaba, hablaría de inmediato con su abuelito.
Cuando Lucha le dijo:
-      Está usted muy equivocado, caballero. El señor que me acompaña no es mi abuelito, es mi esposo.
El pobre hombre se deshizo en disculpas y suplicando mil perdones, desapareció.
Cuando llegó su esposo, la encontró de un muy mal humor, para él inexplicable.

Como Lucha le había dicho a Lupe que la esperara hasta su regreso a la Capital, me pidió permiso para quedarse con Lolita unos días más, que acabaron prolongándose por más de un mes, por lo que me vi abrumada por atender la casa, a los niños y cumplir un poco mi compromiso con Chelo.
Cuando por fin regresó, era otra: traía puesto su corset. Vestida con un traje azul claro de falda larga, no a media pierna como correspondía a su edad, botines de tacón y su bolso de mano. Además, se había deshecho de su maleta de cartón y traía una muy elegante de mimbre; en fin, mi niña se había quedado en la Capital y había llegado una señorita emperifollada que me resultaba desconocida y me intimidaba.
Sé que le costó mucho readaptarse a nuestra forma de vida, pues no había día que no hablara de las cosas de que carecíamos, presionándome para que fuéramos comprando lo necesario para mejorar nuestra casa y aún nuestra comida.
Para lograr algo de eso, se esforzó en mejorar sus bordados, y eran tan finos, que yo dejé la hilaza fina y empecé a usar el hilo de seda para las puntas de sus toallas, fundas y carpetas.
La clientela de Chelo supo valorar estas prendas preciosas y, poco a poco, pudimos cumplir algunos de sus deseos.
Pasamos la cama de Eduardo, que ya venía muy poco, a la pieza del fondo, y, en abonos, compramos un silloncito de bejuco para dos personas y cuatro sillas también de bejuco, que pusimos en el lugar que ocupara la cama. Del otro lado quedaron nuestra mesa y las sillas que teníamos, pero que pintamos entre todos, así como la puerta de la entrada y las tablas del baño, todo del mismo color caoba. Entre Lupe y Gerardo, con mi supuesta supervisión, levantaron un murito para la cocina y consiguieron tablas y varas para hacer mejor el gallinero, que ahora tenía tres gallinas ponedoras y un gallo, permitiéndonos comer huevo casi todos los días.
Fue pasando el tiempo, en el que Lupe se volvió muy exigente con sus hermanos para que cambiaran su comportamiento y adquirieran mejores modales, aunque yo los había educado siguiendo las reglas que había recibido en mi casa, con mis padres y hermanas, pero ahora ella había estado con los parientes que alternaban con gente de la alta sociedad mexicana, y se estaba preparando para, algún día, pertenecer a esa misma clase.
No aceptaba nuestra realidad y soñaba con carruajes de dos o tres caballos que estuvieran esperándola a las puertas de una gran mansión que sería, naturalmente, lujosísima, con enormes cortinajes de terciopelo y salones enormes en los que ofreceríamos suntuosas recepciones a las que asistirían el mismísimo Presidente Don Porfirio, con su esposa Doña Carmelita.
Yo sufría muchísimo, pues sabía que sus ambiciones se habían disparado a un plano irrealizable y que eso le estaba causando un gran dolor, pero nada podía hacer para evitarlo.
Entre tanto, en la calle, sobre todo a la salida de Misa o del Rosario, se veían grupitos de gente que hacía comentarios sobre la plebe que, en diversas partes del país, estaban armando camorras, aunque no había nada claro y eso estaba lejísimos, en el norte, así que aquí en Querétaro, no teníamos de qué preocuparnos, así lo decía la hoja semanal.
 El Imparcial hacía algún comentario, diciendo que en Sonora, había un conjunto de no más de diez desharrapados que pretendieron meterse con la gente decente, pero ya los habían arrestado.

Lucha había dado a luz una niña, Luz Eugenia, y quería que Lupita fuera a conocerla, pero estábamos tan ocupadas, que ni ella misma insistió demasiado en hacer el viaje; además, el tema principal en todas las conversaciones, era sobre los festejos del Centenario y Chelo nos había prometido tratar de conseguir, por medio de sus amistades, una invitación para algún evento en la Casa de la Corregidora.
Sorpresivamente le llegó a Chelo una invitación para  la Recepción y Baile que se verificarían el día 15 de septiembre en el Palacio de Gobierno, en la Casa de la Corregidora.
Pensamos que era una invitación personal, de modo que cuando nos dijo que ese tipo de invitaciones eran familiares y que nosotros éramos su única familia, no pudimos contener los gritos de alegría y nos propusimos esforzarnos al máximo para poder asistir.
Empezó un trajín enorme porque tuve que hacer un trajecito para Gerardo, un vestido para Conchita y otro para mí, aunque yo no era muy competente en confecciones, pero la ropa de mis hijos siempre la había hecho y no podía pagar una modista. Lupita llevaría el vestido de la boda de Lucha.
Chelo me ayudó con los gastos y todo estuvo dispuesto para el gran día.
-      Y es ahí donde aparezco.
-      Efectivamente, Miguel, fue allí en donde usted se apareció para formar parte de nuestras vidas.

-      Sí Conchita, yo había sido enviado como Revisor de Correos, por lo que se consideraba que tenía una representación importante, cosa que no era verdad, pero como huésped de Querétaro, fui invitado al Palacio de Gobierno, sin imaginar que hallaría mi destino.

-      Al pedirme autorización para poner su nombre para todos los bailes, en el carnet de Lupita, agradecí su atención, aunque me pareció que se precipitaba, sin haber bailado antes con ella, sin embargo, acepté. Yo también tuve oportunidad, como Chelo, de bailar con algunos de los caballeros, de modo que todos disfrutamos mucho, inclusive los niños, que al principio estaban asustados y no se separaban de mí, pero viendo a otros niños jugar y corretear por pasillos y escaleras, pronto fueron a jugar con ellos.

-      Yo nunca había tenido oportunidad de estar en una ceremonia del 15 de Septiembre, por lo que para mí fue muy impactante la solemnidad con que el representante del Presidente Porfirio Díaz, dio su mensaje, e hizo tañer la campana, pero por lo que bendije al cielo, fue por haber encontrado a Lupina.

-      Recuerdo que el día 16, a las cuatro de la tarde, usted se presentó, en nuestra casa, como lo había prometido la víspera, para hablar sobre sus pretensiones con mi hija.

-      Yo tenía que explicarle que estaba de paso por Querétaro, pero que mis intenciones eran serias, con fines matrimoniales, aunque de momento no podía fijar una fecha exacta, porque mi sueldo era reducido, pero que en unos días iría con mi madre y que las visitaría tan frecuentemente como pudiera, pero manteniendo correspondencia con Lupina.

En ese momento, no pude hablarle de quién era yo, pero ahora puedo decirle que mi madre, Remedios Pérez Turrent, a quien usted conoció, fue heredera de una gran fortuna, que desgraciada o afortunadamente, nunca llegó a sus manos…
…CONTINUARÁ                
MAESTRA LAURA MARTHA CHÁVEZ CARRIÓN.


domingo, 11 de septiembre de 2011

LUMIERE SEPT 2011 LOS POLIVOCES

LOS POLIVOCES.
Los Polivoces fue un equipo muy famoso e icónico de la comedia mexicana durante la década de los años 70. Estaba compuesto por Enrique Cuenca Márquez (nacido en Ciudad de México el 2 de octubre de 1940 y fallecido el 29 de diciembre de 2000) y Eduardo Manzano (nacido el 18 de julio de 1938 en Ciudad de México). Además de sus labores en escena Cuenca, en colaboración con el guionista Mauricio Kleiff (1931-2010) escribió la mayor parte del material clásico de Los Polivoces, mientras que Manzano se ocupaba del area administrativa.
Su nombre refleja una de las cualidades características de los comediantes, la cual era la de crear diversos personajes e imitar celebridades (prefijo griego poli=muchas / voces).
Manzano, ingeniero de carrera conoció a Cuenca en 1959 en un concurso para imitadores del canal 4. La pareja de artistas incursionó en el cine y la televisión, filmando 19 películas así como un programa televisivo continuo en cadena nacional de 1970 a 1976. Parte de su obra fue grabada en blanco y negro y el resto fue presentada a color. Tras la disolución del equipo en los años 70, ambos miembros continuaron su carrera por separado.Enrique Cuenca creo su propio programa titulado Enrique el polivoz. Por su parte Eduardo Manzano realizó de 1976 a 1981 El show de Eduardo II(donde descubrió a Luis de Alba). Tras realizar durante un año la emisión "La vida en risa" poco se supo de él, en el 2004, actuó en el film Club Eutanasia, y actúa como el abuelo Don Arnoldo en la exitosa serie Una familia de 10.
Entre los personajes creados en mancuerna fueron: Dueto los polivoces
  • El Policía y varios convictos ("La policía siempre en Vigilia")
  • Chano y Chon.
  • Don Laureano y Doña Paz
  • Los Hermanos Lelos
  • Mostachón y el Wash & Wear
  • Andobas y Don Teofilíto
  • Agallón Mafafas y Juan Garrison
  • Gordolfo Gelatino y su mamá doña Naborita Gelatino
  • Kid Descontón/El Zopilote Vengador y don Chupe
  • El Maistro y el Saltamontes
  • Acelerino y su papá Paciflorino
  • El Puas y El Molacho
  • Don Toque y El Kilowattito (este último despues seria renombrado Nico Am-Pérez)
  • Ignacia Trelles "La Nacha"
  • Armandaro
  • Sr. Vallito
En el show de Eduardo Manzano
  • El Calavera
  • EL Tiviri Tavara
  • Capirucho
  • Jacobo Zabludovsky
  • El Chachalaco
  • El Xocoyote
  • Armandaro Valle de Bravo
  • El Profesor Chiflagoras
  • Agustín Varios-Rones (Agustín Barrios Gómez)
  • El 24
En el show de Enrique Cuenca
  • Jenruchito
  • Paco Eco
  • Don Margarito Che Che
  • Monseur Pier Cardán
  • Juan Jose Carreola
  • Don Max
  • Don Laureano y Doña Lencha interpretado por Lucila Mariscal
  • El Mostachon y la Water Proof interpretado por Lucila Mariscal
  • Don Dorian
  • Fasolasi
  • B. Muino
  • Juan Garrison
  • Pedro Ferriz de "Un mundo nos vigila"
Entre su filmografía se encuentra:
  • ¡Ahí madre!
  • Entre Pobretones y Ricachones
  • El Aviso Inoportuno
  • Somos del otro Laredo
  • ¡Hijazo de Mi Vidaza!
  • ¡Entre paisanos te veas!

miércoles, 7 de septiembre de 2011

PERSONAJE DEL MES GILBERTO BOSQUES


      LAS VISAS DE GILBERTO BOSQUES

Gracias a la película ‘La Lista de Schindler’ de Steven Spielberg hemos conocido las acciones riesgosas realizadas por Oskar Schindler para salvar a unos 1200 judíos del holocausto nazi.
Sin embargo pocos hemos oído hablar de la labor del mexicano Gilberto Bosques para salvar la vida de más de 40 mil personas durante la ocupación nazi en Europa.
Gilberto Bosques Saldivar fue el Cónsul General de México en Francia de 1939 a 1944, quien respondiendo al llamado de su propia conciencia, ayudó desde su posición diplomática a huir de los regímenes franquista y nazi a refugiados españoles republicanos, judíos franceses, libaneses, socialistas, comunistas y otros perseguidos, entre ellos líderes políticos europeos de oposición y miembros de la resistencia antifascista, quienes habían sido señalados para ser enviados a los centros de concentración, ofreciéndoles a todos ellos residencia y nacionalidad mexicana.
Cuando París estaba a punto de ser tomada por los alemanes, Bosques sale de la ciudad y tras varios viajes decide asentar el consulado en Marsella, el puerto de la zona del Gobierno francés de Vichy, nominalmente independiente de los alemanes.
Su primera preocupación fue defender a los mexicanos residentes en la Francia no ocupada, pero al conocer las atrocidades de la persecución nazi protegió también a otros grupos. Apoyó a libaneses con pasaporte mexicano y a refugiados españoles que buscaban huir de los nazis. De hecho, se cree que fue él quien convenció al presidente Lázaro Cárdenas de abrir las puertas de México a los republicanos españoles. Era tan grande la afluencia de refugiados que buscaban una visa mexicana que Bosques alquiló dos castillos (el de Reynarde y el de Montgrand) para convertirlos en centros de asilo mientras se arreglaba su salida hacia México. Entre 800 u 850 fueron alojados en uno de los castillos, mientras que en el otro se albergaron 500 niños y mujeres.
Adicionalmente, rentó varios barcos que salieron del puerto de Marsella transportando Judíos y otros perseguidos hacia países Africanos donde más tarde fueron trasladados a México, Brasil, Argentina y otros países de América. En un periodo de dos años, bajo su auspicio, poco más de 40,000 visas fueron expedidas para quienes deseaban huir de la tiranía nazi.
Al concedérseles visas mexicanas, las autoridades francesas los dejaban salir del país porque consideraban que ya no serían un problema político para ellas. Más complicado fue el caso de los judíos. El consulado ocultó, documentó y les dio visas a numerosos judíos, pero era mucho más difícil sacarlos de Francia.
Desde Marsella el embajador mexicano también tuvo que hacer frente al hostigamiento de las autoridades pro alemanas francesas, al espionaje de la Gestapo, del gobierno de Franco y de la representación diplomática japonesa, que tenía sus oficinas en el mismo edificio de la delegación mexicana.
Finalmente México rompió las relaciones diplomáticas con el Gobierno de Vichy. Gilberto Bosques presentó la nota de ruptura. Poco después el consulado fue tomado por asalto por tropas de la Gestapo alemana, que confiscaron ilegalmente el dinero que la oficina mantenía para su operación. Bosques, su familia (su esposa María Luisa Manjarrez y sus tres hijos: Laura María, María Teresa y Gilberto Froylán; entonces de 17, 16 y 14 años, respectivamente)y el personal del consulado, 43 personas en total, fueron trasladados hasta la comunidad de Amélie-les-Bains. Después, violando las normas diplomáticas, se les llevó a Alemania, al pueblo Bad Godesberg, y se les recluyó en un “hotel prisión”.
Bosques fue finalmente liberado y regresó a México en abril de 1944. Miles de refugiados españoles y judíos lo esperaban en la estación de ferrocarril de la capital para recibirlo. Su júbilo zumbaba en el andén de la estación ferroviaria. Lo cargaron en hombros. Era al México generoso y libre al que ellos exaltaban en Gilberto Bosques, el más sobresaliente ejemplo del característico espíritu de la solidaridad de los mexicanos.
Una de sus más grandes lecciones de vida es que aunque resulte difícil, no es imposible mantener la decencia de uno frente a la maldad moral. Pues al ayudar a otra persona quien en tu comunidad, tu sociedad o tu nación se ha convertido en un paria, un rechazado, y sabiendo que al hacerlo puedes ganarte el desprecio, el escarnio, e incluso el poner en riesgo tu vida, es tomar una posición moral de valor incalculable, que puede alterar y dar un rayo de luz y un viento de esperanza en medio de lo que parezca un reinado de terror omnipotente.
El 4 de junio de 2003 el gobierno austriaco impuso a una de sus calles, en el Distrito 22 de Viena, el nombre Paseo Gilberto Bosques.
Los pocos que conocen la historia de Gilberto Bosques suelen llamarlo "El Schindler Mexicano". Y así como Schindler tuvo su lista de trabajadores judíos protegidos, Bosques tuvo sus visas a la libertad: Las Visas de Bosques.

Gracias  por  aportación a:
TONY MINO.