/

miércoles, 2 de noviembre de 2011

LA DANZA MACABRA.


LA DANZA MACABRA.

Cuando en 1043 Robert de Turlande abandonó a los canónigos de Brioude en busca de una vida más ascética, acabó instalándose en esta llanura granítica a 1082 metros de altitud. Así nació la Casa Dei (la casa de Dios)…
Seguido por cientos de discípulos, Robert de Turlande fundó en 1050 un monasterio benedictino que enseguida se convirtió en una abadía con multitud de dependencias y que se proyectaría por toda Europa.
Robert de Turlande, trabajador incansable y de caridad inagotable, fue canonizado como San Robert en 1070, tan solo tres años después de su muerte. Tres siglos más tarde, un antiguo monje de La Chaise Dieu se convertiría en papa con el nombre de Clemente VI. Dada su gran vinculación con su abadía de origen, expresó su deseo de ser inhumado en ella, en un abadengo digno de su rango.
La construcción de la iglesia gótica actual comenzó en 1344, bajo las órdenes del maestro de obras del Palacio de los Papas de Aviñón, encargado por el propio Clemente VI. La fachada, sus torres y la torre Clementina fueron terminadas en 1376 gracias a otro papa, Gregorio XI, sobrino del anterior, en un estilo que conjugaba el arte religioso y la arquitectura defensiva. De este pasado glorioso se conserva un extraordinario patrimonio, revalorizado con el paso del tiempo y convertido en el escenario del prestigioso festival de música de La Chaise Dieu, cuya acústica es excepcional, fundado en 1966 por el pianista húngaro Georges Cziffra.
Danza Macabra, sorprendente fresco del siglo XV y las sillas del coro maravillosamente esculpidas y coronadas con tapices, obras de arte del alto lizo de principios del siglo XVI, que rodean la tumba de Clemente VI (1353) en el coro de la abadía.
Si deseamos conocer los orígenes de la «danza macabra» debemos retroceder hasta comienzos del siglo XIII. Una vieja historia relataba la entrevista que mantienen tres hombres muertos con tres hombres vivos. Aparece bajo el título de Des trois vifs et des trois morts. Algunos aseguran que es San Macario el Egipcio quien presenta a los dos grupos. De ahí, tal vez, el origen de la palabra macabro, probablemente una derivación del nombre del santo en griego. Curiosamente, makarios significa bienaventurado, feliz, dichoso.
En el siglo XV la escena se ampliaría, incluyéndose uno o varios esqueletos que serían el emblema de la muerte. Estos tirarían de un grupo de figuras que bailan. De ahí el nombre posterior de “danza de la Muerte”. En 1424, siendo testigos el Duque de Bedford y el Duque de Burgundy, se celebró una danza macabra en el Cementerio de los Inocentes, en París. Las piezas del poeta inglés Lydgate, inspiradas en este asunto, originaron las primeras xilografías que se conservan con figuras relacionadas con la danza macabra. La representación temprana más relevante la hallamos en el muro de la iglesia de La Chaise Dieu, in Auvergne. En 1538 se editará en Lyon el célebre conjunto de dibujos de Hans Holbein. Este autor dará fama mundial al tema. Das Narrenschift, o La nave de los necios, es obra de Sebastian Brandt (o Brant), natural de Estrasburgo. Publicada en 1494, conoció un enorme éxito y las ediciones se multiplicaron a la par que decenas de textos piratas, imitadores y continuaciones espurias. El texto entronca con la tradición de la danza macabra cuando aparecen, en distintos pasajes del libro, grupos de necios bailando. Para el autor, la primera locura es la bibliofilia. La sufren aquellos que no coleccionan libros por su utilidad, sino por su belleza, singularidad, rareza u otra característica irrelevante. Les siguen los jueces, que administran justicia a cambio de dinero. Toda la sociedad está reflejada en el libro y nadie queda a salvo de reprimenda. Al libro le acompañan numerosas ilustraciones. Este género literario parece que tiene un antecedente clásico y fue muy tratado durante la Edad Media. Sus dos continuadores directos fueron Johann Geiler y Jodocus Badius. Este último escribió una sátira titulada Stultiferae naviculae, seu Scaphae, Fatuarum Mulierum.
Las Danzas de la Muerte constituyen un género característico del fin de la Edad Media y el principio del Renacimiento. Sobreviven al cambio de cosmovisión que tiene lugar entre los siglos XIV y XV, pero a la vez son un producto del mismo.

Las Danzas de la Muerte se relacionan con muchos territorios literarios y participan de variados tipos de arte como la pintura, la escultura, el teatro, la danza y la música. Además, se las vincula con ciertas actividades parateatrales como la mímica, la procesión, etc. En estas danzas podemos distinguir temas pertenecientes al folklore europeo y gran cantidad de otros fenómenos históricos y culturales. El estudio de su génesis, desarrollo y transmisión plantea problemas debido a la falta de documentación al respecto y a la variedad de posiciones encontradas que nos ofrecen los investigadores. Se gestan en apenas cincuenta años y llegan a ser un fenómeno cultural en toda Europa en la última etapa de la Edad Media. Simbolizan la finitud de la vida, el último arrepentimiento y la postrera ilusión; van cargadas de un mensaje moral, una ironía estremecedora y una denuncia social del mundo en que nacieron.
Por Danza de la Muerte entendemos una sucesión de imágenes y textos presididas por la Muerte como personaje central —generalmente representada por un esqueleto, un cadáver o un vivo en descomposición— y que, en actitud de danzar, dialoga y arrastra uno por uno a una relación de personajes habitualmente representativos de las diferentes clases sociales. Definida así, estaríamos ante una Danza de la Muerte que podríamos denominar completa, es decir, con texto literario y representación gráfica, nunca superpuestas o integradas, sino manteniendo su condición de universos estéticos particulares. El elemento plástico elegido puede representarse como pinturas o dibujos, sobre pergamino, papel, tela u otros materiales y situarse en lugares que van desde el libro al convento, pasando por el manuscrito, la sala o la lámina; grabados en planchas para una tirada editorial o tallados sobre los lugares más sorprendentes como una campana o la vaina de un puñal, o simplemente madera; frescos, relieves y bajorrelieves en cementerios, iglesias, catedrales, puentes, etc. Esta representación gráfica —independiente ahora de su técnica o de su ubicación —puede ir o no acompañada de un texto literario y por tal debemos entender, desde un escueto pie explicativo hasta una composición poética de un número indeterminado de versos y rimas, pasando por la leyenda, el dístico latino, el comento en prosa o el punzante epigrama.
Existen danzas solamente gráficas y otras estrictamente textuales, pero en su gran mayoría este género presenta una simbiosis de ambas manifestaciones artísticas.
PRISCILLA WAGNER.