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sábado, 31 de diciembre de 2011

CHARTS TOP 2011


1 ROLLING IN THE DEEP.
ADELE

2 PARTY ROCK ANTHEM
LMFAO FEAUTIRNG LAUREN BENNETT AND GOONROCK
3 FIREWORK
KATY PERRY
4 E.T.
KATY PERRY
5 GIVE ME EVERYTHING
PITBULL FEATURING NE -YO, AFROJACK, NAYER
6 GRENADE
BRUNO MARS
7 F**K YOU (forget you)
CEE LO GREEN
8 SUPER  BASS
NICKI MINAJ
9 MOVES LIKE JAGGER
MAROON 5 Featuring CHRISTINA AGUILERA
10 JUST CAN'T GET ENOUGH
THE BLACK EYED PEAS

viernes, 23 de diciembre de 2011

NOTA ESPECIAL FIN DE AÑO...




¡¡EN ARTEFAKTOR LES DESEAMOS FELÍZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO!!

ÁRBOL DE NAVIDAD NOTRE DAME, PARÍS 2011

jueves, 1 de diciembre de 2011

EDITORIAL DICIEMBRE 2011

ARTEFAKTOR "EL ARTE DE SABER ELEGIR.", cumple un año gracias al apoyo de todos nuestros lectores y patrocinadores.
Un año de muchas satisfacciones, podemos decir sin miedo a equivocarnos que son más satisfacciones que fracasos.
Antes de explicar el recorrido que hemos tenido a lo largo de este año, queremos agradecer también las atinadas y muy importantes colaboraciones de nuestros muy queridos amigos, gente muy preparada para tener el valor de compartir sus profundos conocimientos.
Muchas gracias a:
Maestra Laura Martha Chávez Carrión. (Novela en Línea).
Priscilla Wagner. (Bel Canto, Faktor Arte y Lumiere) 
Maestro Tulio Oñate Angulo. (Hi-Tech y R.P.M).
A lo largo de este año, hemos tenido la oportunidad también de entrevistar en nuestra sección El Personaje del Mes a: Dra. Julia Palacios, Peter Godwin y a los grupos Wang Chung, July, y Mr. Golem.
Así mismo agradecemos sus apoyos a la sección CHARTS.
Es muy difícil expresar todo el agradecimiento a nuestros lectores de todas partes y rincones del mundo, España, Inglaterra, Francia, E.U., Argentina, Canadá, Colombia, etc. Imposible nombrar a todos.
También hemos pasado por situaciones difíciles para ARTEFAKTOR, pero eso nunca nos quitó el ánimo de continuar mes tras mes con ustedes.
Para ser breve, hoy a un año exacto de nuestro lanzamiento, nos sentimos orgullosos en anunciarles que esta revista en línea cambia su sede de México a Francia.
En este nuevo horizonte, tendremos otros puntos de vista para seguir con nuestra tarea de compartir el arte y la cultura con nuestros queridos lectores. A partir de este mes, cambiamos de sede y reforzaremos nuestro slogan: EL ARTE DE SABER ELEGIR.
FRA ANGELICO 1441

No olviden hacernos llegar todos sus comentarios por favor.
¡FELICES FIESTAS! 


RENATO MOYSSÉN.
DIRECTOR.


sábado, 26 de noviembre de 2011

NOVELA EN LÍNEA PARTE 12

EL REENCUENTRO PARTE 12
… Fue hija de Don Atilano Pérez y Doña Lugarda Turrent.
Atilano fue el cuarto hijo de una familia de comerciantes que no hacían pie en ninguna parte, por lo que él no sabía en dónde había nacido; lo único que sabía era que su bisabuelo español, se llamaba como él y que su abuelo que se llamaba Miguel como su hermano mayor, había sido muy cariñoso con él porque hasta lo dejaba que le diera mordidas a sus “conchas” y a sus “chilindrinas”; que cuando era muy chico, su papá lo entregó a su compadre Emigdio para que le enseñara a leer y a hacer cuentas, así como a trabajar la tierra y a vender sus productos, pero más que enseñarle, lo tuvo como esclavo, haciendo que trabajara en los surcos durante muchas horas, en calzón y camisa de manta, con un sombrero raído y peor alimentado, por eso, en cuanto creció un poco, una noche, en vez de tirarse en su jergón, salió de la casa y se alejó lo más pronto que pudo de esa prisión.
Anduvo sin importarle el rumbo y no faltaba algo qué hacer en los caseríos por los que atravesaba, ya fuera en la casa, en el campo o con los animales (si los había), por lo que le daban “un taco”, y al menos, no pasó hambres.
Se acostumbró a observar a la gente, para saber el momento oportuno para hablar y pedir trabajo, nunca una caridad, por lo que generalmente algo obtenía.
No faltó una mujer generosa que le regalara un calzón de manta o una camisa raída, con lo que podía suplir sus andrajos de vez en cuando.
Conforme fue creciendo empezó a valorar su trabajo, y ya pedía unas monedas por él. Para eso tenía que llevar su hoz, su coa y un pequeño y mellado machete.
Las monedas que ganaba las ataba en la punta de su paliacate, lo enrollaba y se lo ataba en la cintura para no perderlo.
Poco a poco reunió un  pequeño capital.
Deseando cambiar de vida, preguntando llegó a una ciudad que tenía una enorme iglesia que le llamó la atención, porque había conocido iglesitas pequeñas y ermitas, pero nunca una tan grandota. Entró, pero salió rápidamente porque lo asustaron los cuadros con retratos de hombres gigantes y otros que estaban volando en el techo.
Al empezar a tañer las campanas, se alejó lo más pronto que pudo, pero le preguntó a un arriero qué lugar era ése y le contestó que le decían Puebla de los Ángeles; también le enseñó adonde había un mesón. Pidió un petate y se durmió todavía asustado.
Al pasar los días, trató de conocer más el lugar, empleándose en lo que podía, para aumentar su capital, pero pensó que no podría quedarse a vivir ahí, porque le gustaba más el campo abierto.
Sin embargo, conoció a una joven que se veía muy bonita, pero seguro era hija de ricos y eso lo retuvo mucho tiempo, hasta que se acercó a ella un día, cuando la vio salir de la iglesia, creyendo que iba sola, pero de inmediato se acercó una india que lo miró de mala manera, diciéndole “¡Pelado!”.
Le había impresionado la muchacha y se dedicó a seguirla para saber algo de ella. Por fin supo que era la hija menor del matrimonio de españoles, dueños de la tienda más grande que había en el barrio, en la que vendían desde velas de sebo, maíz, y hasta sillas de montar.
Estuvo rondando la tienda, viendo que la atendían el padre y dos jovencitos con dos criados indios, aunque de vez en cuando estaba la mamá, pero la hija no iba nunca.
La casa en la que vivían, estaba a la vuelta de la calle.
Entró a la tienda en una ocasión, para ver mejor cómo funcionaba la familia y compró dos pantalones con rayas y dos camisas con botones chistosos como herraduras.
Aunque gastó más de lo que quería, pensó que, cuando fuera a hablar con la muchacha, no le iba a decir “Pelado”.
Consiguió un caballo a buen precio, porque quería llegar a la casa como un “señor” y empezó a rondar el lugar, pero un día, con la fresca de la mañanita, vio que los papás y los hijos estaban en la tienda con los indios y, al dar la vuelta a la calle, observó que la criada salía de la casa con una canasta, seña de que iba al mercado. Esperó a que se alejara, y tocó con el aldabón.
La jovencita salió a abrirle y, sin pensarlo, la cargó y la subió al caballo y montó rápidamente, alejándose al galope en medio de los gritos de ella y los de algunos vecinos que vieron lo que sucedía.
Oyó cómo corrían detrás suyo, pero ni siquiera volteó. Tomó la primera vereda que pudo y siguió galopando, controlando al mismo tiempo la furia de la joven. Nunca tomó un “camino real”, siguió vereda tras vereda, aunque las ramas de los árboles los lastimaran.
Cuando los gritos de ella se hicieron sollozos, empezó a hablarle, diciéndole que la había visto muchos días y que no tenía intención de robarla, pero que cuando tocó la puerta, tuvo miedo de que ella lo rechazara y se dejó llevar por ese miedo, pero que ella vería que sus intenciones eran buenas, que la quería para su esposa y así sería, que vería que la iba a tratar con mucho cariño y la iba a respetar.
Nada lograba tranquilizarla. Lloraba y lloraba sin consuelo, temblando de miedo.
Habían pasado por muchos caseríos, pero no se habían detenido, porque él sentía que no se habían alejado mucho, aunque había tomado diferentes veredas para perder a quien los siguiera, tenía miedo de que los alcanzaran.
Por fin, ya oscureciendo, vieron el campanario de un pueblito y  enfiló al caballo hacia allá.
Era una capilla pequeña y tuvo que tocar la puerta para que le abrieran, porque ya era tarde.
A la mujer que abrió le dijo que quería hablar con el Cura para que los casara. La mujer, asustada, fue en busca del sacerdote.
Se trataba de un hombre de mediana edad que escuchó con atención  cómo Atilano había robado a Lugarda, pero que quería que los casara como Dios manda.
El religioso le explicó que a esa hora ya no había servicio en la iglesia y que tendrían que esperar hasta la Misa de cinco para que pudiera casarlos.
Al preguntarle por algún mesón, el cura le dijo que podían pasar ahí la noche: ella dormiría en el cuarto con la mujer que trabajaba ahí y él, en una banca en la capilla.
Les dieron de cenar tamales y champurrado, (el atole de masa con chocolate) y, en la Misa de cinco, Lugarda Turrent y  Atilano Pérez, contrajeron matrimonio.
Dio unas monedas al sacerdote, y de inmediato partieron, sin importar el rumbo, pero ese día sí se detuvieron en un caserío para almorzar y comprar alguna ropa para ella, y en otro para pasar la noche.
Mientras cenaban, se enteraron de quiénes eran: ella le dijo que tenía 15 años y que su papá era muy celoso y no quería pensar en que tuviera algún pretendiente, que su mamá y sus hermanos la querían mucho y todos eran muy buenos; había ido a la escuela y sabía leer, escribir y hacer cuentas, pero que la más celosa y la más buena era su nana, a la que ella adoraba. Le hizo prometer que, en cuanto se establecieran, iban a regresar para decirle a su familia que se habían casado y para llevarse a la nana, (promesa que nunca cumplió).
Cuando Lugarda supo que él nunca aprendió a leer, se comprometió a enseñarle, (promesa que sí cumplió).
Al día siguiente, de madrugada, él salió en busca de algún trabajo, pero Lugarda, al despertarse y ver que no estaba, pensó que se había burlado de ella y que ahora que ya era su mujer, la había abandonado.
Volvió a llorar desconsoladamente, pensando que se había quedado sola, en un lugar que no conocía y que estaba lejísimos de su casa, de modo que, cuando lo vio entrar, sintió una alegría enorme.
Atilano le explicó qué trabajos hacía, pero le dijo que no podían quedarse muchos días en un lugar, pues  no había trabajo porque eran caseríos pequeños y después de tres o cuatro días, ya no tendría qué hacer y ahora quería tener mucho trabajo para juntar dinero y que ya se pudieran quedar en algún lugar fijo.
Así siguieron durante algunos meses, yendo de caserío en caserío o de poblado en poblado, porque Atilano evitaba entrar a los pueblos grandes, aunque ni idea tenía de qué tan lejos habría quedado Puebla de los Ángeles.
En sus correrías, toparon con unos cuatro o cinco jacales que estaban en medio de un campo grande y frondoso.
Hablaron con una mujer indígena que estaba en una puerta, preguntándole cómo se llamaba ese lugar.
-      Pos lo nombran Tezayucan, patrón- contestó la mujer.
El nombre no le dijo nada, pero el que la mujer le hubiera dicho “patrón”, lo llenó de un gusto desconocido que lo decidió a levantar, retirado de los demás, su propio jacal.
Esa noche la pasaron en lo que quedaba de una choza abandonada, más vieja que las demás ,  con frío y con miedo, porque no habían visto a la gente que habitaba el caserío, y al día siguiente, en cuanto amaneció, Atilano salió para ver bien el lugar.
Resultó que nada más estaban las mujeres y algunos chiquillos, porque los hombres estaban trabajando quién sabe dónde.
Todas fueron amigables  y pudieron indicarle un poblado más o menos cercano en el que podía comprar algunas cosas. Les convidaron un atole aguado y unas tortillitas gordas para que desayunaran y también buscaron con ellos algo con qué tapar los agujeros que había en la vieja “casa”.
Después, Atilano y Lugarda fueron a ver el campo y él se entusiasmó mucho, porque le dijo que era una buena tierra y que podrían sembrar maíz.
Inmediatamente buscó un lugar que le pareció fácil de desmontar, y de inmediato se entregó al trabajo. Lugarda lo ayudaba a  quitar algunos matojos o pequeñas ramas, pero la verdad, se sentía una inútil, viendo con qué rapidez y seguridad hacía el trabajo su marido. Lograron limpiar un buen trozo de tierra y, con una de las mujeres, Rufina, que les sirvió de guía, fueron a un caserío para comprar algunos víveres y ver si había ahí algo que les fuera útil para poder ir parando su casita.
Y así, poco a poco, Atilano fue limpiando el terreno y pudo levantar un jacal que no era mucho mejor que los demás, pero al menos, les permitía estar abrigados.
Al volver los hombres a sus chocitas, las mujeres les hablaron del señor que era tan trabajador y ellos, después de observarlo, se fueron acercando, saludándolo:
-      Buenos días, patrón-
-      Buenos te los dé Dios- respondía Atilano, fascinado con el tratamiento.
No eran más de cuatro hombres, dos muy jóvenes y otros ya mayores, con tres chamacos hijos suyos, y aunque vio que podrían ayudarle a desmontar, como no tenía suficiente dinero para pagarles, siguió trabajando en solitario.
A su debido tiempo, compró un poco de maíz y lo sembró.
Los hombres seguían todos sus movimientos, viendo con qué rapidez y seguridad manejaba la coa, hasta que uno de los chiquillos le dijo un día:
-      ¿Le ayudo, patrón?
-      No tengo con qué pagarte- contestó.
-      Nomás con que me dé unos frijolitos… - fue la respuesta y así tuvo a Isidro, su primer peón.
Lugarda había aprendido a cocinar con las lugareñas: ponía sus cuatro o cinco piedras y en medio, ramas secas que prendía y sobre ellas colocaba su comal de barro que Adelaida, una de sus vecinas, le había vendido en unos cuantos centavos, y ponía su olla de barro con los frijoles por un lado y en otro lado, el jarro del atole, así le quedaba el centro para hacer sus tortillas, que eran peores que las de Rufina, pero que su marido comía como si fueran un manjar.
…CONTINUARÁ                
MAESTRA LAURA MARTHA CHÁVEZ CARRIÓN.


sábado, 12 de noviembre de 2011

BEL CANTO MÚSICOS DE LA EDAD MEDIA.


MÚSICOS DE LA EDAD MEDIA

Presentamos en este artículo algunos de los principales músicos de la edad media, así como una breve biografía de cada uno de ellos… de los cuales hablaremos poco a poco en esta sección de Bel canto.
Philippe de Vitry
PHILIPPE de VITRY
(París, 1291-Meaux, 1361) Religioso, compositor y teórico musical francés. Obispo de Meaux desde 1351, influyó poderosamente en la música occidental, especialmente por su tratado de notación musical Ars Nova, que dio nombre a todo el movimiento musical de su tiempo. Se le atribuyen bellas composiciones vocales polifónicas (motetes) que merecieron los elogios de Dante.
Guillaume de Machault
(Machaut, Francia, h. 1300-Reims, id., 1377) Músico y poeta francés. Perteneciente a la Orden de Reims, fue secretario y consejero del rey de Bohemia Juan de Luxemburgo, hasta que éste fue asesinado. Pasó entonces al servicio de Bonne de Luxemburgo y al de Carlos de Navarra, para finalmente entrar al servicio del futuro rey de Francia, Carlos V. Acabó sus días como canónigo de la catedral del Reims, importante foco cultural a finales de la Edad Media.
Como protegido de las diversas familias a las que prestó su servicio, Machault se consolidó como uno de los representantes más distinguidos del ars nova, término acuñado en el tratado de Philippe de Vitry, quien menciona las nuevas posibilidades compositivas del doble tiempo usadas por Machault en sus motetes a tres y cuatro voces, así como en sus rondós, virelais y baladas.
GUILLAUME de MACHAULT
Su actividad artística se dividió entre la composición musical y la lírica, llegando a escribir más de 80.000 versos. Aunque su producción poética no alcanza el valor de algunos de sus coetáneos, tiene el mérito de haber contribuido a la renovación de la lírica en lengua francesa, además de consolidar la forma que definió algunas composiciones, musicales y líricas, como el lai, el virelai, la balada, el rondó y el canto real.
Abú al-Hasan Alí ibn Nafi Ziryab
(en Iraq, 789-Córdoba, c. 857) Músico árabe. Fue discípulo de Isaq al-Mawsili (767-850) y se trasladó a Kairuán y Córdoba durante el califato de Abd al-Rahman II (822-852). Fundador de las distintas tradiciones musicales de la España musulmana, conoció de memoria más de diez mil canciones e introdujo numerosas reformas que modificaron profundamente el arte musical de la época.
Alfonso X el Sabio
Rey de Castilla y de León (Toledo, 1221 - Sevilla, 1284). Era hijo primogénito de Fernando III, a quien sucedió en 1252. Ya como infante realizó importantes labores, como la conquista del Reino de Murcia (1241) o la paz con Jaime I de Aragón, que conllevó el matrimonio de Alfonso con su hija Violante.
Impulsó la Reconquista tomando plazas como Jerez, Medina-Sidonia, Lebrija, Niebla y Cádiz (1262). Hizo frente a una sublevación de los musulmanes de sus reinos, promovida por los reyes de Granada y Túnez (1264). Repobló Murcia y la Baja Andalucía. E incluso continuó el avance frente al Islam pasando al norte de África, al enviar una expedición a Salé (1260). Otra parte de sus esfuerzos hubo de dedicarlos a reprimir rebeliones interiores, como la protagonizada por el infante Enrique y varios nobles (1255), la que se produjo en Vizcaya (1255) o la que encabezó el infante Felipe (1272).
Alfonso era hijo de Beatriz de Suabia, circunstancia que le hizo aspirar a la coronación imperial de Alemania, logrando la elección en 1257 con el apoyo de Sajonia, Brandeburgo, Bohemia y varias ciudades italianas. La oposición del papa hizo fracasar finalmente el empeño -en el que triunfó Rodolfo de Habsburgo-, renunciando Alfonso en 1276. Este llamado «fecho del Imperio» fue muy impopular en Castilla, pues exigió dinero y hombres que -unidos a los gastos de la corte y a las continuas guerras- crearon dificultades financieras, que obligaron a reducir la ley de la moneda y a crear nuevos impuestos.
ALFONSO X EL SABIO.
Durante una de las ausencias del rey por el asunto del Imperio, los benimerines de Marruecos desembarcaron en Algeciras (1272); en la lucha contra aquella campaña murió el infante Fernando de la Cerda, heredero del trono, antes de que su hermano Sancho consiguiera rechazar a los musulmanes. Posteriormente los benimerines derrotaron a una flota castellana en el estrecho de Gibraltar (1278), obligando a Alfonso a pactar una tregua.
Guillaume Dufay
(?, h. 1400-Cambrai, Francia, 1474) Compositor francés. En Rímini, donde entre 1419 y 1420 compuso sus primeras obras de datación segura. Entre 1428 y 1433 ocupó en Roma el cargo de chantre de la capilla pontificia, y gracias a un permiso especial pudo ejercer como maestro de capilla para el duque de Saboya.
Al cabo de esos dos años volvió a su puesto de chantre pontificio, esta vez en Florencia y Bolonia, ya que el Papa había tenido que abandonar Roma a causa de una sublevación. En 1436, el sumo pontífice le concedió la prebenda de canónigo de la catedral de Cambrai, que conservó hasta su muerte.
En la época en que Dufay empezó a escribir música, inmerso en el espíritu del Renacimiento, la composición musical atravesaba un período de regulación establecida, de la que fue partícipe. No fue hasta sus obras de madurez, sobre todo con algunas misas y motetes, cuando empezó a introducir elementos novedosos, como el canto a cuatro voces o la técnica conocida como «canto armonización», una forma de combinar las distintas voces melódicas inusuales hasta entonces.
Adam de la Halle [Adam le Bossu]
(Adam de la Halle, llamado Adam le Bossu; Arras, actual Francia, h. 1240-Nápoles, h.1285) Trovero picardo. Autor de diversas composiciones poéticas dentro de los cánones del amor cortés (canciones, rondeaux, jeux partis con otro trovero en torno a temas de casuística amorosa), para las que escribía la melodía, es hoy conocido, sobre todo, por sus dos piezas teatrales: Le jeu de la feuillée y Juego de Robin y Marion. La primera, protagonizada en Arras por el propio autor, supone una primitiva formulación de lo que más adelante será la soite, mientras que la segunda, escrita en Nápoles, prefigura la ópera cómica. Ambas son uno de los primeros exponentes del teatro medieval profano.
Leoninus
(s. XII) Compositor francés. Es el primer gran exponente de la llamada escuela de Nôtre-Dame de París y del ars antiqua. La producción que se le atribuye, destinada a fines exclusivamente litúrgicos, influyó en las obras polifónicas de Perotinus. Su obra Magnus liber constituye un ciclo de organa a dos voces que cubre todo el año litúrgico.
Perotinus
(ss. XII-XIII) Compositor francés. Considerado como el más importante músico europeo de su tiempo, perteneció a la escuela de Notre-Dame de París. Se le atribuyen cuatro organa, entre ellos Viderunt y Sederunt, y tres conductus. Su obra sorprende por su originalidad y complejidad técnica.
Pérotin
PÉROTIN.
(París, h. 1200-?) Compositor francés. Sucesor de su maestro Léonin, se le considera el representante más destacado de la llamada Escuela de Notre-Dame de París, activa durante el siglo XIII y en la cual empezó a gestarse el estilo polifónico. Conocido también por las formas latinizadas de Perotinus Magnus y Magister Perotinus, se ignora prácticamente todo de su vida. Las únicas referencias fiables acerca de su persona y obra son las que proporcionan los tratados teóricos de Johannes de Garlandia y el conocido como Anónimo IV, ambos de la segunda mitad del siglo XIII, sin que su existencia haya podido ser corroborada en los archivos de Notre-Dame, donde generalmente se sitúa su labor. Pérotin se distinguió en la revisión de la colección de polifonía a dos voces Magnus liber de Léonin y en la composición de organa y conductus a dos (Dum sigillum), tres (Salvatoris hodie) y cuatro voces (Viderunt omnes, Sederunt principes).
Guido d'Arezzo
(Arezzo, actual Italia, h. 991 - ?, h. 1033) Teórico de la música italiano. Conocido también con el nombre de Guido Aretinus, Guido d'Arezzo fue un monje benedictino que ha pasado a la historia de la música como uno de los más importantes reformadores del sistema de notación musical.
Después de haber seguido estudios en la abadía benedictina de Pomposa, en Ferrara, hacia 1025 ingresó como maestro en la escuela catedralicia de Arezzo, donde sobresalió en la enseñanza del arte vocal y escribió su tratado principal, el Micrologus de disciplina artis musicae. En 1029 se retiró al convento de Avellana, en el que posiblemente murió en fecha que no se ha logrado precisar.
A Guido se debe la fórmula que permite memorizar la entonación precisa de las notas del hexacordo mayor, cuya nomenclatura (ut o do, re, mi, fa, sol, la) extrajo de las sílabas iniciales de cada hemistiquio del himno de san Juan Ut queant laxis.
Gilles Binchois
MÚSICOS DE LA EDAD MEDIA.
(Mons, actual Bélgica, 1400-Soignies, id., 1460) Compositor franco flamenco Son pocas las noticias sobre su vida que han llegado hasta nosotros. Formado con los niños de coro de la catedral de Cambrai, a partir de 1424 estuvo al servicio del conde de Suffolk, lo que ha llevado a pensar en una posible estancia del compositor en Inglaterra. Aunque tal hipótesis es hoy desestimada, es innegable, a juzgar por sus obras, que conoció con detalle la música inglesa. En 1430 entró a formar parte de la capilla del duque Felipe el Bueno de Borgoña, para la que compuso misas, motetes e himnos. Desde 1452 fue preboste de la iglesia de San Vicente de Soignies. La balada Mort tu as navré de ton dart, de Ockeghem, y el rondó En triumphant de Cruel Dueil, de Dufay, escritos a la muerte de Binchois, atestiguan la reputación que el compositor alcanzó en vida, basada sobre todo en su magisterio en el cultivo de la chanson polifónica, género del que se ha conservado medio centenar de piezas de su autoría. Entre ellas cabe mencionar Vostre tres doulx, Dueil angoisseus, Jamais tant y Amours et souvenir de celle.
John Dunstable
(?, c. 1380-Londres, 1453) Compositor, astrónomo y matemático inglés. Autor de dos manuscritos sobre astronomía, destacó como uno de los mejores compositores de su tiempo por la sencillez y por la maestría de su obra, compuesta en su mayor parte por motetes y por fragmentos de misas.
PRISCILLA WAGNER 

miércoles, 2 de noviembre de 2011

LA DANZA MACABRA.


LA DANZA MACABRA.

Cuando en 1043 Robert de Turlande abandonó a los canónigos de Brioude en busca de una vida más ascética, acabó instalándose en esta llanura granítica a 1082 metros de altitud. Así nació la Casa Dei (la casa de Dios)…
Seguido por cientos de discípulos, Robert de Turlande fundó en 1050 un monasterio benedictino que enseguida se convirtió en una abadía con multitud de dependencias y que se proyectaría por toda Europa.
Robert de Turlande, trabajador incansable y de caridad inagotable, fue canonizado como San Robert en 1070, tan solo tres años después de su muerte. Tres siglos más tarde, un antiguo monje de La Chaise Dieu se convertiría en papa con el nombre de Clemente VI. Dada su gran vinculación con su abadía de origen, expresó su deseo de ser inhumado en ella, en un abadengo digno de su rango.
La construcción de la iglesia gótica actual comenzó en 1344, bajo las órdenes del maestro de obras del Palacio de los Papas de Aviñón, encargado por el propio Clemente VI. La fachada, sus torres y la torre Clementina fueron terminadas en 1376 gracias a otro papa, Gregorio XI, sobrino del anterior, en un estilo que conjugaba el arte religioso y la arquitectura defensiva. De este pasado glorioso se conserva un extraordinario patrimonio, revalorizado con el paso del tiempo y convertido en el escenario del prestigioso festival de música de La Chaise Dieu, cuya acústica es excepcional, fundado en 1966 por el pianista húngaro Georges Cziffra.
Danza Macabra, sorprendente fresco del siglo XV y las sillas del coro maravillosamente esculpidas y coronadas con tapices, obras de arte del alto lizo de principios del siglo XVI, que rodean la tumba de Clemente VI (1353) en el coro de la abadía.
Si deseamos conocer los orígenes de la «danza macabra» debemos retroceder hasta comienzos del siglo XIII. Una vieja historia relataba la entrevista que mantienen tres hombres muertos con tres hombres vivos. Aparece bajo el título de Des trois vifs et des trois morts. Algunos aseguran que es San Macario el Egipcio quien presenta a los dos grupos. De ahí, tal vez, el origen de la palabra macabro, probablemente una derivación del nombre del santo en griego. Curiosamente, makarios significa bienaventurado, feliz, dichoso.
En el siglo XV la escena se ampliaría, incluyéndose uno o varios esqueletos que serían el emblema de la muerte. Estos tirarían de un grupo de figuras que bailan. De ahí el nombre posterior de “danza de la Muerte”. En 1424, siendo testigos el Duque de Bedford y el Duque de Burgundy, se celebró una danza macabra en el Cementerio de los Inocentes, en París. Las piezas del poeta inglés Lydgate, inspiradas en este asunto, originaron las primeras xilografías que se conservan con figuras relacionadas con la danza macabra. La representación temprana más relevante la hallamos en el muro de la iglesia de La Chaise Dieu, in Auvergne. En 1538 se editará en Lyon el célebre conjunto de dibujos de Hans Holbein. Este autor dará fama mundial al tema. Das Narrenschift, o La nave de los necios, es obra de Sebastian Brandt (o Brant), natural de Estrasburgo. Publicada en 1494, conoció un enorme éxito y las ediciones se multiplicaron a la par que decenas de textos piratas, imitadores y continuaciones espurias. El texto entronca con la tradición de la danza macabra cuando aparecen, en distintos pasajes del libro, grupos de necios bailando. Para el autor, la primera locura es la bibliofilia. La sufren aquellos que no coleccionan libros por su utilidad, sino por su belleza, singularidad, rareza u otra característica irrelevante. Les siguen los jueces, que administran justicia a cambio de dinero. Toda la sociedad está reflejada en el libro y nadie queda a salvo de reprimenda. Al libro le acompañan numerosas ilustraciones. Este género literario parece que tiene un antecedente clásico y fue muy tratado durante la Edad Media. Sus dos continuadores directos fueron Johann Geiler y Jodocus Badius. Este último escribió una sátira titulada Stultiferae naviculae, seu Scaphae, Fatuarum Mulierum.
Las Danzas de la Muerte constituyen un género característico del fin de la Edad Media y el principio del Renacimiento. Sobreviven al cambio de cosmovisión que tiene lugar entre los siglos XIV y XV, pero a la vez son un producto del mismo.

Las Danzas de la Muerte se relacionan con muchos territorios literarios y participan de variados tipos de arte como la pintura, la escultura, el teatro, la danza y la música. Además, se las vincula con ciertas actividades parateatrales como la mímica, la procesión, etc. En estas danzas podemos distinguir temas pertenecientes al folklore europeo y gran cantidad de otros fenómenos históricos y culturales. El estudio de su génesis, desarrollo y transmisión plantea problemas debido a la falta de documentación al respecto y a la variedad de posiciones encontradas que nos ofrecen los investigadores. Se gestan en apenas cincuenta años y llegan a ser un fenómeno cultural en toda Europa en la última etapa de la Edad Media. Simbolizan la finitud de la vida, el último arrepentimiento y la postrera ilusión; van cargadas de un mensaje moral, una ironía estremecedora y una denuncia social del mundo en que nacieron.
Por Danza de la Muerte entendemos una sucesión de imágenes y textos presididas por la Muerte como personaje central —generalmente representada por un esqueleto, un cadáver o un vivo en descomposición— y que, en actitud de danzar, dialoga y arrastra uno por uno a una relación de personajes habitualmente representativos de las diferentes clases sociales. Definida así, estaríamos ante una Danza de la Muerte que podríamos denominar completa, es decir, con texto literario y representación gráfica, nunca superpuestas o integradas, sino manteniendo su condición de universos estéticos particulares. El elemento plástico elegido puede representarse como pinturas o dibujos, sobre pergamino, papel, tela u otros materiales y situarse en lugares que van desde el libro al convento, pasando por el manuscrito, la sala o la lámina; grabados en planchas para una tirada editorial o tallados sobre los lugares más sorprendentes como una campana o la vaina de un puñal, o simplemente madera; frescos, relieves y bajorrelieves en cementerios, iglesias, catedrales, puentes, etc. Esta representación gráfica —independiente ahora de su técnica o de su ubicación —puede ir o no acompañada de un texto literario y por tal debemos entender, desde un escueto pie explicativo hasta una composición poética de un número indeterminado de versos y rimas, pasando por la leyenda, el dístico latino, el comento en prosa o el punzante epigrama.
Existen danzas solamente gráficas y otras estrictamente textuales, pero en su gran mayoría este género presenta una simbiosis de ambas manifestaciones artísticas.
PRISCILLA WAGNER.

jueves, 20 de octubre de 2011

NOVELA EN LÍNEA PARTE 11

EL REENCUENTRO PARTE 11
… Fue hija de Don Atilano Pérez y Doña Lugarda Turrent.
Atilano fue el cuarto hijo de una familia de comerciantes que no hacían pie en ninguna parte, por lo que él no sabía en dónde había nacido; lo único que sabía era que su bisabuelo español, se llamaba como él y que su abuelo que se llamaba Miguel como su hermano mayor, había sido muy cariñoso con él porque hasta lo dejaba que le diera mordidas a sus “conchas” y a sus “chilindrinas”; que cuando era muy chico, su papá lo entregó a su compadre Emigdio para que le enseñara a leer y a hacer cuentas, así como a trabajar la tierra y a vender sus productos, pero más que enseñarle, lo tuvo como esclavo, haciendo que trabajara en los surcos durante muchas horas, en calzón y camisa de manta, con un sombrero raído y peor alimentado, por eso, en cuanto creció un poco, una noche, en vez de tirarse en su jergón, salió de la casa y se alejó lo más pronto que pudo de esa prisión.
Anduvo sin importarle el rumbo y no faltaba algo qué hacer en los caseríos por los que atravesaba, ya fuera en la casa, en el campo o con los animales (si los había), por lo que le daban “un taco”, y al menos, no pasó hambres.
Se acostumbró a observar a la gente, para saber el momento oportuno para hablar y pedir trabajo, nunca una caridad, por lo que generalmente algo obtenía.
No faltó una mujer generosa que le regalara un calzón de manta o una camisa raída, con lo que podía suplir sus andrajos de vez en cuando.
Conforme fue creciendo empezó a valorar su trabajo, y ya pedía unas monedas por él. Para eso tenía que llevar su hoz, su coa y un pequeño y mellado machete.
Las monedas que ganaba las ataba en la punta de su paliacate, lo enrollaba y se lo ataba en la cintura para no perderlo.
Poco a poco reunió un  pequeño capital.
Deseando cambiar de vida, preguntando llegó a una ciudad que tenía una enorme iglesia que le llamó la atención, porque había conocido iglesitas pequeñas y ermitas, pero nunca una tan grandota. Entró, pero salió rápidamente porque lo asustaron los cuadros con retratos de hombres gigantes y otros que estaban volando en el techo.
Al empezar a tañer las campanas, se alejó lo más pronto que pudo, pero le preguntó a un arriero qué lugar era ése y le contestó que le decían Puebla de los Ángeles; también le enseñó adonde había un mesón. Pidió un petate y se durmió todavía asustado.
Al pasar los días, trató de conocer más el lugar, empleándose en lo que podía, para aumentar su capital, pero pensó que no podría quedarse a vivir ahí, porque le gustaba más el campo abierto.
Sin embargo, conoció a una joven que se veía muy bonita, pero seguro era hija de ricos y eso lo retuvo mucho tiempo, hasta que se acercó a ella un día, cuando la vio salir de la iglesia, creyendo que iba sola, pero de inmediato se acercó una india que lo miró de mala manera, diciéndole “¡Pelado!”.
Le había impresionado la muchacha y se dedicó a seguirla para saber algo de ella. Por fin supo que era la hija menor del matrimonio de españoles, dueños de la tienda más grande que había en el barrio, en la que vendían desde velas de sebo, maíz, y hasta sillas de montar.
Estuvo rondando la tienda, viendo que la atendían el padre y dos jovencitos con dos criados indios, aunque de vez en cuando estaba la mamá, pero la hija no iba nunca.
La casa en la que vivían, estaba a la vuelta de la calle.
Entró a la tienda en una ocasión, para ver mejor cómo funcionaba la familia y compró dos pantalones con rayas y dos camisas con botones chistosos como herraduras.
Aunque gastó más de lo que quería, pensó que, cuando fuera a hablar con la muchacha, no le iba a decir “Pelado”.
Consiguió un caballo a buen precio, porque quería llegar a la casa como un “señor” y empezó a rondar el lugar, pero un día, con la fresca de la mañanita, vio que los papás y los hijos estaban en la tienda con los indios y, al dar la vuelta a la calle, observó que la criada salía de la casa con una canasta, seña de que iba al mercado. Esperó a que se alejara, y tocó con el aldabón.
La jovencita salió a abrirle y, sin pensarlo, la cargó y la subió al caballo y montó rápidamente, alejándose al galope en medio de los gritos de ella y los de algunos vecinos que vieron lo que sucedía.
Oyó cómo corrían detrás suyo, pero ni siquiera volteó. Tomó la primera vereda que pudo y siguió galopando, controlando al mismo tiempo la furia de la joven. Nunca tomó un “camino real”, siguió vereda tras vereda, aunque las ramas de los árboles los lastimaran.
Cuando los gritos de ella se hicieron sollozos, empezó a hablarle, diciéndole que la había visto muchos días y que no tenía intención de robarla, pero que cuando tocó la puerta, tuvo miedo de que ella lo rechazara y se dejó llevar por ese miedo, pero que ella vería que sus intenciones eran buenas, que la quería para su esposa y así sería, que vería que la iba a tratar con mucho cariño y la iba a respetar.
Nada lograba tranquilizarla. Lloraba y lloraba sin consuelo, temblando de miedo.
Habían pasado por muchos caseríos, pero no se habían detenido, porque él sentía que no se habían alejado mucho, aunque había tomado diferentes veredas para perder a quien los siguiera, tenía miedo de que los alcanzaran.
Por fin, ya oscureciendo, vieron el campanario de un pueblito y  enfiló al caballo hacia allá.
Era una capilla pequeña y tuvo que tocar la puerta para que le abrieran, porque ya era tarde.
A la mujer que abrió le dijo que quería hablar con el Cura para que los casara. La mujer, asustada, fue en busca del sacerdote.
Se trataba de un hombre de mediana edad que escuchó con atención  cómo Atilano había robado a Lugarda, pero que quería que los casara como Dios manda.
El religioso le explicó que a esa hora ya no había servicio en la iglesia y que tendrían que esperar hasta la Misa de cinco para que pudiera casarlos.
Al preguntarle por algún mesón, el cura le dijo que podían pasar ahí la noche: ella dormiría en el cuarto con la mujer que trabajaba ahí y él, en una banca en la capilla.
Les dieron de cenar tamales y champurrado, (el atole de masa con chocolate) y, en la Misa de cinco, Lugarda Turrent y  Atilano Pérez, contrajeron matrimonio.
Dio unas monedas al sacerdote, y de inmediato partieron, sin importar el rumbo, pero ese día sí se detuvieron en un caserío para almorzar y comprar alguna ropa para ella, y en otro para pasar la noche.
Mientras cenaban, se enteraron de quiénes eran: ella le dijo que tenía 15 años y que su papá era muy celoso y no quería pensar en que tuviera algún pretendiente, que su mamá y sus hermanos la querían mucho y todos eran muy buenos; había ido a la escuela y sabía leer, escribir y hacer cuentas, pero que la más celosa y la más buena era su nana, a la que ella adoraba. Le hizo prometer que, en cuanto se establecieran, iban a regresar para decirle a su familia que se habían casado y para llevarse a la nana, (promesa que nunca cumplió).
Cuando Lugarda supo que él nunca aprendió a leer, se comprometió a enseñarle, (promesa que sí cumplió).
Al día siguiente, de madrugada, él salió en busca de algún trabajo, pero Lugarda, al despertarse y ver que no estaba, pensó que se había burlado de ella y que ahora que ya era su mujer, la había abandonado.
Volvió a llorar desconsoladamente, pensando que se había quedado sola, en un lugar que no conocía y que estaba lejísimos de su casa, de modo que, cuando lo vio entrar, sintió una alegría enorme.
Atilano le explicó qué trabajos hacía, pero le dijo que no podían quedarse muchos días en un lugar, pues  no había trabajo porque eran caseríos pequeños y después de tres o cuatro días, ya no tendría qué hacer y ahora quería tener mucho trabajo para juntar dinero y que ya se pudieran quedar en algún lugar fijo.
Así siguieron durante algunos meses, yendo de caserío en caserío o de poblado en poblado, porque Atilano evitaba entrar a los pueblos grandes, aunque ni idea tenía de qué tan lejos habría quedado Puebla de los Ángeles.
En sus correrías, toparon con unos cuatro o cinco jacales que estaban en medio de un campo grande y frondoso.
Hablaron con una mujer indígena que estaba en una puerta, preguntándole cómo se llamaba ese lugar.
-      Pos lo nombran Tezayucan, patrón- contestó la mujer.
El nombre no le dijo nada, pero el que la mujer le hubiera dicho “patrón”, lo llenó de un gusto desconocido que lo decidió a levantar, retirado de los demás, su propio jacal.
Esa noche la pasaron en lo que quedaba de una choza abandonada, más vieja que las demás ,  con frío y con miedo, porque no habían visto a la gente que habitaba el caserío, y al día siguiente, en cuanto amaneció, Atilano salió para ver bien el lugar.
Resultó que nada más estaban las mujeres y algunos chiquillos, porque los hombres estaban trabajando quién sabe dónde.
Todas fueron amigables  y pudieron indicarle un poblado más o menos cercano en el que podía comprar algunas cosas. Les convidaron un atole aguado y unas tortillitas gordas para que desayunaran y también buscaron con ellos algo con qué tapar los agujeros que había en la vieja “casa”.
Después, Atilano y Lugarda fueron a ver el campo y él se entusiasmó mucho, porque le dijo que era una buena tierra y que podrían sembrar maíz.
Inmediatamente buscó un lugar que le pareció fácil de desmontar, y de inmediato se entregó al trabajo. Lugarda lo ayudaba a  quitar algunos matojos o pequeñas ramas, pero la verdad, se sentía una inútil, viendo con qué rapidez y seguridad hacía el trabajo su marido. Lograron limpiar un buen trozo de tierra y, con una de las mujeres, Rufina, que les sirvió de guía, fueron a un caserío para comprar algunos víveres y ver si había ahí algo que les fuera útil para poder ir parando su casita.
Y así, poco a poco, Atilano fue limpiando el terreno y pudo levantar un jacal que no era mucho mejor que los demás, pero al menos, les permitía estar abrigados.
Al volver los hombres a sus chocitas, las mujeres les hablaron del señor que era tan trabajador y ellos, después de observarlo, se fueron acercando, saludándolo:
-      Buenos días, patrón-
-      Buenos te los dé Dios- respondía Atilano, fascinado con el tratamiento.
No eran más de cuatro hombres, dos muy jóvenes y otros ya mayores, con tres chamacos hijos suyos, y aunque vio que podrían ayudarle a desmontar, como no tenía suficiente dinero para pagarles, siguió trabajando en solitario.
A su debido tiempo, compró un poco de maíz y lo sembró.
Los hombres seguían todos sus movimientos, viendo con qué rapidez y seguridad manejaba la coa, hasta que uno de los chiquillos le dijo un día:
-      ¿Le ayudo, patrón?
-      No tengo con qué pagarte- contestó.
-      Nomás con que me dé unos frijolitos… - fue la respuesta y así tuvo a Isidro, su primer peón.
Lugarda había aprendido a cocinar con las lugareñas: ponía sus cuatro o cinco piedras y en medio, ramas secas que prendía y sobre ellas colocaba su comal de barro que Adelaida, una de sus vecinas, le había vendido en unos cuantos centavos, y ponía su olla de barro con los frijoles por un lado y en otro lado, el jarro del atole, así le quedaba el centro para hacer sus tortillas, que eran peores que las de Rufina, pero que su marido comía como si fueran un manjar
…CONTINUARÁ.


MAESTRA LAURA MARTHA CHÁVEZ CARRIÓN.

miércoles, 12 de octubre de 2011

LUMIÈRE MELANCHOLIA.

MELANCHOLIA.
Título Original: "Melancholia".
Género: Drama.
País y Año: Dinamarca Reino Unido - 2011
Dirección: Lars Von Trier. .
Guión: Lars Von Trier. . .
Reparto principal:
Kirsten Dunst         Charlotte Gainsbourg
Kiefer Sutherland  Charlotte Rampling
Alexander Skarsgard        Stellan Skarsgard
Udo Kier        Jesper Christensen
Cameron Spurr       Deborah Fronko.


Lars von Trier logró su propósito, fue el centro de la octava jornada del festival de Cannes 2011. Presentó su nuevo trabajo, ‘Melancolía’ (‘Melancholia’), que fue muy bien recibida por la prensa (si hubo abucheos fueron totalmente neutralizados por los aplausos), y soltó una bomba en la rueda de prensa (“Entiendo a Hitler”), logrando la total atención de los medios, así como una reacción pública por parte del certamen, pidiendo disculpas por las declaraciones. Lo cierto es que no le hacía falta al danés crear ninguna polémica (quizá no puede evitarlo), con una película tan potente como la que ha presentado aquí en Cannes; de hecho, es probable que lo ocurrido le impida lograr su segunda Palma de Oro (ya la ganó hace diez años por ‘Bailar en la oscuridad’), cuando a partía como uno de los grandes favoritos.
De manera similar a ‘Antichrist’, ‘Melancolía’ arranca con un prólogo a cámara lenta; se trata de una serie de escenas poéticas, oníricas, acompañadas por la música de ‘Tristán e Isolda’ de Richard Wagner. En esta impresionante secuencia vemos que un gigantesco planeta se dirige al nuestro, destruyéndolo. Tras el título, comienza la primera de las dos partes en las que está dividida la historia, titulada “Justine”. Interpretada por una colosal Kirsten Dunst (nunca ha estado tan bella ni tan convincente como en este film), Justine se dirige al castillo donde va a celebrarse una fiesta con motivo de su boda con Michael (Alexander Skarsgard). Los novios parecen felices al principio, pero su retraso causa el primer reproche de su hermana, Claire (Charlotte Gainsbourg), y su cuñado, John (Kiefer Sutherland), quien no dejará de recordar que la costosa celebración se ha pagado con su dinero. Poco a poco, mientras los invitados se turnan para mostrar lo poco que les importa realmente la novia, ella se ve incapaz de mantener la máscara de la sonrisa, sintiéndose cada vez más incómoda, miserable y depresiva. Necesita ayuda, pero no encuentra más que egoísmo, incomprensión y rechazo. Está sola, abandonada en un mundo cuya destrucción llegará a desear.
La segunda parte se titula “Claire” y está centrada en la relación entre las dos hermanas y la extraordinaria aparición del planeta Melancolía. Justine ha vuelto a casa de Claire y John completamente hundida, pero conforme Melancolía se va acercando cada vez más a la Tierra, ella recupera gradualmente la serenidad y la lucidez, traspasando su crisis a Claire, que no puede evitar la desesperanza pese a los intentos de su marido por tranquilizarla con la versión oficial de los científicos más fiables, que aseguran que la colisión planetaria es prácticamente imposible. Intensa, imaginativa, cautivadora, ‘Melancolía’ es un amargo drama existencial mezclado con un oscuro cuento de hadas, una joya, cuya fuerza y belleza consiguen cubrir arritmias y flaquezas, que las tiene. Creo que el relato está algo descompensado, quizá por querer dividirlo en dos capítulos, en lugar de integrar de manera más fluida la trama del amenazante planeta en la de la tensa fiesta. Se hace difícil seguir con todo el interés el cambio de capítulo, pero pronto recupera el tono Von Trier y nos sumerge en una formidable intriga psicológica sobre la posibilidad del fin del mundo que ya quisieran filmar en Hollywood.
Es curioso que hayamos visto en Cannes unas sensacionales imágenes del espacio exterior firmadas por autores tan poco vinculados con los espectáculos de efectos visuales, la fantasía y la ciencia-ficción, como Terrence Malick y Lars von Trier. Se nota que el primero ha dispuesto de más presupuesto y más tiempo para pulir sus escenas, pero el segundo no se queda atrás a la hora de transmitir sensaciones con su imparable Melancolía. Pero al igual que ‘The Tree of Life’ recurría a la formación del cosmos o a dinosaurios para tratar cuestiones existenciales, el planeta creado por el cineasta danés que surge en los cielos de la Tierra es una excusa para desarrollar emociones y situaciones personales, íntimas, con la muerte en el horizonte. Mientras la solitaria Justine se enfrenta en el primer tramo del film a lo que podríamos llamar un apocalipsis interior, llegando a sentir fascinación por el azulado Melancolía (hay una escena en la que parece que trata de seducirlo, atraerlo hacia la Tierra), su hermana, integrada socialmente y madre de un hijo pequeño, se muestra débil y hundida ante el temor del fin del mundo. Con un reparto impecable en el que sobresale Dunst (en un papel que el danés escribió para Penélope Cruz, que presentó aquí ‘Piratas del Caribe 4’...), ‘Melancolía’ es una obra apasionante que emociona, inquieta, altera y provoca.



Había expectación por ver la rueda de prensa de ‘Melancholia’, y Von Trier no defraudó. Es absurdo lo que se ha montado, calificado de escándalo, cuando todos estaban deseando que llegara el danés para hacer algo inesperado, para animar el certamen. Pero es la pose de muchos, hacerse los escandalizados mientras se ríen por dentro, divertidos con lo ocurrido o saboreando la posibilidad de contar una “noticia”. ¿Qué pasó? Pues que Von Trier dijo esto: “Durante mucho tiempo pensé que era judío y me hacía muy feliz, hasta que apareció Susanne Bier, y de repente dejó de gustarme ser judío… Era broma… Perdón. Bueno, descubrí que no era judío, en vez de eso descubrí que en realidad era nazi, porque mi familia era alemana. Y eso también me gustó, así que, ¿qué puedo decir? Que entiendo a Hitler. Entiendo que hizo algunas cosas mal… Quiero decir que entiendo a la persona. No diría que Hitler es lo que llamamos una buena persona, pero sí, le entiendo y simpatizo con él… No digo que esté de acuerdo con la Guerra Mundial, ni contra los judíos. Ni siquiera estoy contra Susanne Bier. Estoy con ellos. Y digo esto igual que digo que los israelís son como…  ¿Cómo salgo de esto? De acuerdo, soy un nazi”.

Aclaro que vi las imágenes en directo y me pareció bastante evidente que el director estaba tomándole el pelo a la prensa, pero al darse cuenta que quizá estaba metiendo la pata (a su lado, Kirsten Dunst parecía a punto de romper a llorar y/o desear darle un puñetazo), se empezó a liar y no supo cómo zanjarlo todo de manera que le entendieran, al mismo tiempo de resultar gracioso y polémico, que es justo lo que todos esperaban. Vi a un hombre nervioso y emocionado que intentaba explicar su trabajo y al mismo tiempo satisfacer las expectativas del festival, no a un completo gilipollas que va de genio, como se dice por ahí. Pero es mi punto de vista. Aparte del rollo antisemita, Von Trier dejó otras perlas, como que su próxima película será pornográfica, por el interés y la insistencia de Dunst, y que tras ver por primera vez ‘Melancholia’ pensó que “quizá era una basura”; también comentó que la película no trata del fin del mundo sino de un estado de ánimo, y que no recomienda verla porque se puede sufrir la misma tristeza que lo invadió a él. A la presentación de la película también asistieron John Hurt, Charlotte Gainsbourg, Udo Kier y Stellan Skarsgard, pero pasaron desapercibidos para la prensa, ocupados en el cineasta danés y la protagonista de la película.
Esperamos con ansia el estreno en México.
PRISCILLA WAGNER.